Adaptación cinematográfica de la entrevista entre Yann Andréa (admirador y amante de Marguerite Duras, con la que vivió durante los últimos dieciséis años de la vida de la escritora y cineasta, a pesar de ser homosexual) y Michèlle Manceaux (una periodista famosa, amiga y vecina de Duras), la nueva película de Claire Simon parte de un material biográfico y literario ciertamente apasionante, pero de nuevo el empeño tropieza con la gran cuestión de la puesta en escena. Y no es la primera vez que sucede en este festival. Ocurre también con Maixabel (Icíar Bollain), donde la fuerza originaria de lo que se quiere filmar no consigue ser encarnada por unas imágenes de verdadero fuste. Y vuelve a ocurrir aquí, donde el interés de las confesiones que la periodista escucha de Andréa (de verdadero nombre Yann Lemée; el apellido Andréa se lo puso la escritora a la que consagró su existencia, y que inventó para él también un falso apellido materno: Steiner) llegan a la pantalla más con los moldes propios de una obra de teatro que con las formas específicas del cine. Formas reducidas aquí a una rutinaria planificación en plano y contraplano y, como máximo, alguna desganada panorámica entre la periodista y el confesor (el encuentro tuvo lugar a instancias de Andréa, dispuesto a contar su relación enfermiza y patológica con la escritora), con breves interludios –bastante mecánicos– que rescatan algunas imágenes de un par de filmes de Duras. Pese a todo, queda al descubierto un retrato objetivable de las múltiples patologías que unieron, por ambas partes, a Duras con Andréa, pero también la sensación de que este ‘descubrimiento’ (ya presente en el texto original) es estrictamente discursivo y le debe poco, o prácticamente nada, al lenguaje fílmico.