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¿Puede suceder que una película acerca de un misterio sea tan evidente como para que nadie pueda negar que estamos ante una película acerca de un misterio? Me explicaré. Saint Omer, el debut en el largometraje de ficción de Alice Diop, se acerca a un personaje enigmático que, a su vez, nos conduce a otro que todavía lo es más. Una mujer de origen africano, con problemas de identidad y de adaptación a la vida cotidiana, se obsesiona con otra mujer de procedencia parecida que está siendo juzgada por haber matado a su propia hija. Y ello la lleva a viajar a otra ciudad para presentarse en las sesiones del juicio, que a partir de ese momento se convertirá en el eje alrededor del cual girará la práctica totalidad del film. En un primer vistazo, según la lógica formal que se propone, Saint Omer se podría definir con unos cuantos adjetivos que ya se han convertido en tópicos a la hora de definir este tipo de cine: sobria, austera, elegante, incluso inteligentemente elíptica. En un segundo vistazo, sin embargo, no es oro todo lo que reluce y tal puesta en escena se revela tan rígida y almidonada que acaba expulsando de sí incluso esa reflexión sobre la condición femenina en la era post-colonial que durante todo su metraje pretende dar a ver.

Por supuesto, hay elementos de gran interés en la película de Diop. De repente, la condición monstruosa del mito de la femineidad, por supuesto construida desde la perspectiva del macho, refulge en la pantalla como pocas veces se ha visto en el cine reciente. O bien el choque entre el espacio de la sala en que se celebra el juicio y la habitación de hotel de la protagonista da como resultado un lugar intermedio, imaginario, en el que todas las pesadillas son posibles. O incluso los agujeros del relato, aquello que no se dice, puede dar lugar a especulaciones a veces más suculentas que aquello que se materializa en la imagen… Y ahí está, quizá, el problema, pues Saint Omer, en buena parte de su metraje, se muestra incapaz de salir de sí misma para desparramar sentidos o diseminar sugerencias, se encierra tanto en su propia celda de significados que cada imagen acaba siendo lo que es y no otra cosa, nunca su doble, lo cual va en contra de las intenciones mismas del film, que pretende rezumar ambigüedad y complejidad. Y es entonces cuando los procedimientos empleados para crear misterio acaban con el misterio mismo, lo ahogan en su propio proceso de fabricación.