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En 2016, Donald Trump generó discusiones al compartir en su cuenta de Twitter una cita atribuida a Mussolini. Cuando en una entrevista le preguntan al entonces futuro presidente de Estados Unidos si quiere ser asociado con un fascista, este responde: “quiero ser asociado con citas interesantes”. Con este fragmento abre The March on Rome, apagando lentamente la voz de Trump con la Madama Butterfly de Puccini (una elección poco azarosa), que se impone y ambienta un prólogo en el que las imágenes de archivo de la Italia fascista se alternan con planos de la Roma actual. Es en este diálogo constante entre el pasado y el presente donde se mueve el más reciente trabajo de Mark Cousins, que se centra en el ascenso del fascismo en Italia para mostrar la huella que aún -y especialmente- hoy existe de este. Cousins se adelanta (casi como una premonición) a la victoria de la extrema derecha en las pasadas elecciones del 26 de septiembre, algo que refleja la enorme fuerza que ha ido adquiriendo el neofascismo en Italia en los últimos años.

The March on Rome parte de un episodio de comienzos del siglo anterior para hablar de una historia, en palabras del propio Cousins, de “superioridad, herida, violencia, masculinidad, orgullo, arte y religión”, poniendo sobre la mesa todas las cartas que el fascismo utilizó en su llegada al poder. Las mismas que debemos hoy revisar para no volver a caer en los errores del pasado. Y es sobre esto que reflexiona la pieza de Cousins, quien vuelve a utilizar su característico análisis fílmico para retratar un entramado histórico cuyo objetivo no es otro que el de no dejar morir la memoria. A partir de distintas piezas, el norirlandés va dando forma a una reflexión que llega incluso a terrenos como la lucha contra la colonización y la necesidad de resignificación de las imágenes y símbolos. Para esto último, acude a unos cines ubicados en un antiguo edificio fascista, donde día tras día diferentes personas se reúnen para demostrar el poder del cine en esa redefinición y consecuente deconstrucción del pasado tóxico. Pero para esto, es necesario recordar ese pasado. O, en palabras del propio Cousins, “preservarlo, enseñarlo, parodiarlo y reimaginarlo”.