Print Friendly, PDF & Email

La película de clausura del Sheffield Doc/Fest fue la nueva producción de Mark Cousins, The Story of Looking, que parte de una anécdota de Ray y de unas circunstancias personales, una inminente operación de cataratas, para proponer una reflexión en torno a la mirada que quiere apuntar a John Berger pero se queda en un mero ejercicio narcisista. En todo caso, había otras miradas más interesantes en esta edición del festival de Sheffield, la segunda que dirige Cíntia Gil, una edición híbrida, física y online, a diferencia de la del año pasado, que solo pudo tener lugar virtualmente. Y esas miradas conectan con algunos de los intereses que Gil ya había puesto de manifiesto en su anterior etapa al frente de Doclisboa, particularmente el postcolonialismo.

Efectivamente, se podría trazar un discurso en torno al colonialismo y el racismo a partir de varias películas de sus diferentes secciones. El punto de partida bien pudiera ser Who We Are: A Chronicle of Racism in America, firmada por Emily y Sarah Kunstler y centrada en una conferencia en un teatro neoyorquino del jurista Jeffery Robinson. Las directoras filman a Robinson incorporando los elementos en los que se apoya la conferencia y acompañándole en distintas visitas a lugares emblemáticos del Sur, con un punto nodal, el motel donde en 1968 fue asesinado Martin Luther King, un acontecimiento al que Robinson vuelve una y otra vez mientras la historia del racismo y la esclavitud americanas se proyectan sobre el presente y los más recientes asesinatos policiales. Hay un contraste muy significativo entre la pedestre puesta en escena y el portentoso sentido pedagógico de un Robinson que ejerce de auténtico demiurgo o, si se quiere, de verdadero autor. Pero esta es una cuestión que la película no se plantea en ningún momento, como tampoco sucede con el documental que se acabaría alzando con el premio a la mejor película, la brasileña Nũhũ Yãg Mũ Yõg Hãm: Essa Terra É Nossa!, de Isael Maxakali, Sueli Maxakali, Carolina Canguçu y Roberto Romero. Los dos primeros son de la etnia Tikmũ’ũn-Maxakalí, que vive entre los estados brasileños de Bahía y Minas Gerais y a la que los colonos blancos les fueron arrebatando poco a poco sus tierras. Su película no es otra cosa que un acto ritual y performativo en el que los Tikmũ’ũn-Maxakalí reivindican una y otra vez sus tierras ancestrales, ocupándolas, pero sobre todo filmándolas, como si el acto de filmarlas les diese un título de propiedad, quizás no sobre las tierras pero sí sobre las imágenes de sus tierras, un legado para sus descendientes.

Una película portuguesa, Equatorial Constellations, de Silas Tiny, que se llevó el premio especial del jurado, abordaba las consecuencias de la primera de las guerras postcoloniales, la de Biafra (1967-1970), en la colonia portuguesa de Santo Tomé y Príncipe. Estas islas fueron utilizadas como base para hacer llegar a Biafra la ayuda humanitaria internacional, también para las escaramuzas militares de algunos mercenarios o, principalmente, para repatriar a los niños biafreños cuyas imágenes perdurarían en la memoria colectiva. Este esfuerzo de reconstrucción de episodios oscuros del pasado colonial portugués enlaza, por su propuesta didáctica antes que formal, con A Story From Africa, de Billy Woodberry, cuya voz, precisamente, escucharemos al final de la película de Tiny.

El racismo es también el tema de Uprising, serie documental firmada por Steve McQueen y James Rogan, de la que en Sheffield se pudo ver el primero de sus tres episodios. Centrado en los disturbios derivados del incendio de una casa en Brixton en la que murieron 13 niños en 1981, un incendio provocado y de claras intenciones racistas, Uprising conecta de modo muy directo con algunos de los episodios de Small Axe, particularmente con Lovers Rock, pues en la fiesta en la que se declaró el incendio se pinchaba este tipo de música, pero también con Red, White and Blue y Alex Wheatle, que ya abordaba este suceso y el propio Wheatle es entrevistado ahora en esta nueva serie que puede verse como el complemento documental de aquella, pero también con una profundización en la historia del racismo sistémico de la sociedad británica.

Saliéndonos de estos temas, es preciso destacar otra película con una mención especial en el palmarés, la rusa Summer, de un jovencísimo Vadim Kostrov (con varias películas ya en su haber, por lo que parece), crónica de la rutina veraniega de dos hermanastros en una ciudad industrial perdida en medio de Siberia. Presentada como una ficción (hay personajes que interpretan unos actores), no hay en ella ninguna circunstancia dramática que la aleje de un documental observacional, más allá de ciertas historias o preocupaciones que salen de la boca de los personajes mientras pasean o están en sus casas. La cámara de Kostrov los filma con un zoom que se acerca y se aleja repetida y lentamente, mientras que en otras ocasiones se deja llevar por los ritmos nocturnos de la ciudad o por el curso del río. Un ánimo contemplativo que comparte con una recuperación fascinante, la película experimental Twin Peaks, rodada en 1977 por Al Wong en las mismas colinas de San Francisco que dan título a su película. Wong las recorre y las filma desde su camión de reparto haciendo una y otra vez el mismo trayecto en forma de 8 en distintas épocas del año, de día o de noche, y, en la parte central de la película, dividiendo la pantalla en dos, coincidentes con las dos ventanas del parabrisas. De repente, aquel ritmo monótono que ya podíamos intuir se bifurca y el lado derecho de la pantalla gira a la derecha y el izquierdo a la izquierda, confundiéndonos y desorientándonos, pero siempre con la ciudad de San Francisco al fondo. Esta película que Sheffield anunciaba como “premiere internacional” se podría entender como el preludio horizontal de otra vista panorámica de la misma ciudad, aunque vertical, Side/Walk/Shuttle, de Ernie Gehr, filmada quince años después.