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El paso por las salas de nuestro país de La emperatriz rebelde, de Marie Kreutzer, y la acalorada polémica suscitada tras el estreno en plataformas de Blonde, la película de Andrew Dominik, marcan el arco de reflexión sobre el que gravita una parte esencial del presente número de Caimán CdC. La coexistencia de ambos filmes no solo nos permite considerar la inusitada actualidad del biopic, un género tradicionalmente asociado con el conservadurismo de las formas, con la repetición de una fórmula, y al que, por estos motivos se le ha dedicado poca atención crítica hasta ahora. Estos dos títulos hacen ineludible además la aplicación de una perspectiva feminista que los conecte con una realidad social y política que va más allá del propio cine. Porque, ¿cuáles son las motivaciones que explican la necesidad de volver a determinadas figuras femeninas de la Historia? ¿De qué manera se reinterpreta hoy su papel a través de estas películas? Y también, ¿qué mecanismos estéticos y formales colaboran a construir una nueva consideración sobre el valor histórico de la vida de las mujeres?

Kreutzer y Dominik reactualizan, desde un lenguaje fílmico diverso entre sí y, sobre todo, una perspectiva simbólica casi opuesta, las figuras de Sissi y Marilyn Monroe. Se centran entonces en buscar a Isabel de Austria y Norma Jean para rescatar, de los resquicios de un relato mitológico ya cimentado, los elementos en los que la vida de aquellas mujeres reales nos apelan como espectadores de hoy. Se produce entonces, como explica Eulàlia Iglesias en el texto central de este número, un desafío en torno a las convenciones del biopic que pasa, esencialmente, por el interés hacia el ámbito privado de las protagonistas, por centrar la narración en episodios específicos o periodos concretos hasta ahora desconocidos de sus vidas, por la fabulación directa respecto a algunos acontecimientos ‘históricamente probados’ (con lo que esto supone de reflexión metadiscursiva en torno a la idea de la Historia como relato de ficción) y, en esta línea, por la introducción también de anacronismos de distinta índole. Releer la Historia en clave femenina se vincula en estos casos con la idea de rescatar la presencia de las mujeres en la vida pública, pero también, tal y como explica Mary Nash (fundadora del Centro de Investigación Histórica de la Mujer en la Universidad de Barcelona), “de repensar la dinámica histórica en su conjunto”. Se trata, en definitiva, de incorporar nuevas categorías que además de considerar, por ejemplo y de manera privilegiada, el valor de la política exterior o de los acontecimientos bélicos, recupere también el papel decisivo del ámbito privado en el desarrollo histórico y la aportación específica de las mujeres en este terreno.

Pero el interés del biopic como revisión de la vida de determinadas figuras femeninas esenciales para la Historia conecta hoy con otro asunto crucial: la necesidad de reconstruir una genealogía, aún incompleta, que colabore a sacar a la luz a tantas mujeres silenciadas de cualquier ámbito. Un esfuerzo de recuperación que además nos permite establecer aquí una sugerente conexión con otro de los filmes que tienen previsto su estreno este mes. La Visita y Un Jardín secreto, primer largometraje de Irene M. Borrego, no es un biopic. O al menos no lo es a primera vista. Pero si recuperamos esa idea del biopic actual como un territorio creativo que juega a desestructurar sus convenciones y recursos, el documental de Borrego sirve incluso para colocar en primer término la imposibilidad del género por cumplir con sus objetivos hagiográficos. Porque la película trata de hacer visible la figura de Isabel Santaló, pintora reconocida de la generación de Antonio López y tía de la propia cineasta, que ya nadie recuerda y cuya obra hace tiempo que se perdió. La Visita… arranca con una imagen de Santaló tapándose la cara con las manos y pensamos que el cine, precisamente esa secuencia, podría reparar la invisibilidad para restituir la significación de la artista. Pero la película de Borrego no busca recoger en forma de relato ordenado el testimonio de una vida cuya protagonista no quiere recordar; ni tan siquiera pretende dar a conocer esa obra hoy inaccesible. La Visita… encuentra su camino, precisamente, en la imposibilidad de resolver esos misterios y en la capacidad, fragmentada y muy sutil, de reconocernos por un momento a través de la vida de otras mujeres.

Jara Yáñez