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CARLOS F. HEREDERO. 

Del ejercicio de la crítica a la producción de películas por un motivo común: el amor al cine. Pero no a cualquier cine, pues “he visto tantas películas que a mí el cine previsible, el cine psicologista, basado en historias de la literatura, no me interesa para nada”. De ahí su apuesta personal, con el sello Eddie Saeta, por “los filmes que dejan una puerta abierta a la reflexión, que dejan libertad al espectador para terminar de construir la película que ve”. Así nacieron, entre otras, Las manos vacías (M. Recha), Honor de cavalleria (A. Serra) y En la ciudad de Sylvia (J. L. Guerín). Y así han surgido, ahora, la segunda realización de Serra (El cant dels ocells) y, en coproducción con Argentina, la cuarta del bonaerense Lisandro Alonso.

Luis Miñarro es una rara avis en el cine español, un productor capaz de apostar por proyectos fuera de norma y muy personales. “Sólo produzco aquello que me interesa como espectador”, aunque para ello deba enfrentarse a “una carrera de obstáculos”. Sabe, eso sí, que nada contra la corriente, pues “el lenguaje de la televisión lo ha cambiado todo, no sólo entre sus espectadores, sino incluso entre los que van al cine. Casi todo se hace ahora con la previsión de que pueda emitirse por la tele. Y esto es ya de por sí una castración de la cultura”.

Dice que Albert Serra ha realizado con El cant dels ocells “una película arcaica, con todo lo que este término puede dar a entender de pureza”, y que Liverpool es la obra de “un chamán del cinematógrafo”, pues considera a Lisandro Alonso un cineasta “capaz de inyectar en las imágenes un contenido difícil de explicar, pero dotado de alma”. Miñarro espera que la presencia de ambos títulos en la Quincena de los Realizadores (un hecho insólito para un productor español, y esto es precisamente lo que queremos destacar) “pueda servir para poder mantener esta línea de trabajo, para que las entidades públicas, pero también la crítica y la prensa, se den cuenta de que este cine tiene un valor y sigan apoyando su existencia, pues de lo contrario cada vez será más difícil hacerlo, ya que la tendencia hegemónica va por otro lado…”.

Productor de un cine que no cuenta con el respaldo de los grandes medios de comunicación, “que sólo se ocupan de las películas que va a ver todo el mundo y que no necesitan ayuda”, Luis Miñarro advierte que hacer el cine por el que apuesta “es cuestión de perseverancia y de mostrarse inasequible al desaliento”, pero reclama también medidas reguladoras, dentro de la legislación, “para que las películas que ya han hecho beneficios no sigan llevándose una parte importante de la tarta (al recuperar sus productores el 33% de la inversión) que debería servir para que otros puedan seguir haciendo cine”. Y es que el futuro no se presenta precisamente halagüeño: “las televisiones cada vez compran menos películas, o menos cine como el que yo produzco. Todo se mira con el rasero de los beneficios. Todo funciona con criterios cuantitativos y no de calidad, lo que supone un auténtico desastre en términos de cultura”.

Pese a todo, no se resigna. Sueña con producir a Víctor Erice, “aunque esto me parece casi imposible”, y mientras tanto sigue dando oportunidad a cineastas noveles (acaba de producir Toro azul, opera prima de Daniel Villamediana) y trabaja intensamente para hacer realidad otro de sus anhelos: participar el próximo año, en coproducción con Portugal, en la película que Manoel de Oliveira prepara para celebrar su centenario, un proyecto que ha presentado ya al ICAA y que espera con gran ilusión: “Yo no hago cine por los rendimientos que pueda producir. Me interesa bucear en lo desconocido, buscar entresijos, sacar cosas, hacer posible películas sinceras y respetuosas…”.