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Carlos F. Heredero.

Como todos los años, las pantallas de Cannes ofrecieron un espejo caleidoscópico de las diferentes tendencias, derivas y búsquedas que se abren paso en el cine del presente. La amplitud del abanico quizás pueda comprenderse mejor si recordamos que en La Croisette se dieron cita Steven Spielberg con Indiana Jones y Albert Serra con El cant dels ocells. Difícilmente podríamos imaginar mayor distancia entre diferentes polos de la industria y de la creación fílmica que la existente entre sus respectivas opciones. En medio queda una enorme variedad de alternativas y algunos síntomas que funcionan como llamadas de atención, como señales evidentes de algunas inquietudes y de nuevas potencialidades en el camino que recorre hoy el cine del universo globalizado.

La más pujante de esas inquietudes es la necesidad de tomarle el pulso a la realidad más dolorosa y acuciante del mundo actual. En una época de mutaciones vertiginosas, cuando el tránsito hacia la cultura digital convive con la acentuación de las desigualdades y con déficits clamorosos no sólo en las áreas subdesarrolladas del planeta, sino también en el interior de las sociedades avanzadas, las propuestas fílmicas que intentan hacerse cargo de tales heridas, bien a través de la mediación estética y lingüística, o bien en su abordaje temático y referencial, se multiplican por numerosos rincones geográficos del paneta-cine. Por ambas vías circulan, de hecho, muchas de las obras más relevantes o significativas entre cuantas han llamado la atención en Cannes.

Desde esta perspectiva, tan reveladores resultan los intentos de abordar frontalmente esas “heridas de lo real”, esas cicatrices del mundo social mediante ficciones que persiguen la máxima contigüidad con aquel (Entre les murs, Gomorra, Le silence de Lorna), como las nuevas formas de matrimonio o de concubinato entre la ficción y el documental, ensayadas por títulos como 24 City, Waltz with Bashir, Of Time and the City, Je veux voir o Aquel querido mes de agosto. De todas ellas pueden encontrarse consideraciones dentro de las páginas que dedicamos a dar cuenta del escaparate ofrecido por Cannes, pero tanto unas como otras sobrepasan con mucho su condición transitoria en tanto que “películas de festival” para constituir no sólo un espejo representativo de los caminos ensayados hoy por la creación cinematográfica más consciente, sino también para ofrecerse como síntomas reveladores de un determinado “estado de la cuestión” sobre el que será necesario volver con más amplitud y con más detenimiento en los meses venideros.

Conviene recordar, adicionalmente, que de ese paisaje también forman parte películas como Indiana Jones… y El incidente: dos obras de las que resulta posible extraer, igualmente, sendas “lecturas” del mundo contemporáneo, bien sea por vía indirecta y derivada (Spielberg), bien por vía metafórica o alegórica (Shyamalan). El refugio en la mímesis de la ficción (ya se trate ésta de la aventura posmoderna o de la ciencia-ficción de serie B) es otra manera de enfrentarse a la mutante realidad actual del universo audiovisual: una respuesta que llega desde Hollywood y que también nos habla del mundo en el que vivimos.