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Existe el peligro de intentar clasificar, infructuosamente, el nuevo trabajo de Lupe Pérez García, tras su largometraje Antígona desaparecida. Una cinta cuya máxima cualidad es, tanto su honestidad y transparencia (esta última solo en apariencia) como el  desconcierto que provoca adentrarse y encorsetar y encuadrar un trabajo que se mueve entre la fina línea que define lo que es recreación y lo que es una representación directa y sin ambajes de lo filmado. Pa’tras ni pa’tomar impulso es de nuevo un relato en femenino, de pérdidas y esperanzas, de empoderamiento personal que oscila entre el kitsch bañado en imágenes religiosas y el folklore entre dos tierras y dos culturas tan aparentemente diferentes como extrañamente complementarias. La particular mirada de Lupe Pérez García -sustentada en la intensa presencia de la bailadora cordobesa Carmen Mesa en su periplo argentino y andino- es transmitido a partir de unas imágenes tan aparentemente sustraídas de capas, cuyo vaciado aporta las claves para su resignificación. Todo a partir de un particular road trip, tanto interno como externo, donde las vivencias personales, sentimentales y familiares de Carmen Mesa, que fusionan realidad y ficción y cuyos límites se difuminan entre los planos.

Todo ello construido a partir de la fusión y el ensamblaje de formatos, dispositivos, tonos y estilos que parecen contrarrestarse los unos con los otros. Así, la obra se mueve entre el documento testimonial filmado desde la mirada más objetiva y corporativa, pasando por insertos del pasado reciente de la protagonista -reconstruidos con una propensión hacia la nostalgia fou contagiada por el tamiz de los recuerdos de lo perdido- o la sublimación estilizada y magnificada del relato emocional y sentimental. Diferentes capas de realidad y representación que se superponen y yuoxtaponen unas encima de otras, fusionándose finalmente sin aristas aparentes, gracias a una protagonista que al igual que el objetivo y la mirada de Pérez García, actúa como el vórtice que permite que la obra oscile y se tambalee, sin caerse, entre el documental y lo ficcional.