Carlos F. Heredero.
Desde hace ya mucho tiempo, pero cada vez con mayor evidencia, cientos y cientos de películas que se estrenan en los más prestigiosos festivales del mundo (en los grandes, en los medianos y en los pequeños) no llegan a las pantallas comerciales españolas. Son producciones mayoritariamente medianas y pequeñas (pero no solo), y no llegan ni a los grandes multiplex, ni –lamentablemente– tampoco a la mayoría de las humildes salas que proyectan cine en versión original (cuyo número sigue descendiendo, lo cual agrava todavía más el problema), aunque la programación de éstas sea, en cualquier caso, algo más diversa que la de las anteriores.
En la raíz del problema, algunas de sus causas son bien conocidas: el home cinema, el cine a la carta (VOD), la piratería, el retraso con el que llegan a las salas muchas de las películas más interesantes, los reflejos conservadores de distribuidores y exhibidores ante la dureza de la crisis, la falta de renovación y las instalaciones anticuadas de muchos cines, las prácticas impositivas y monopolistas de las majors sobre la programación de los grandes y a veces también de los pequeños circuitos… Y, como consecuencia de todas ellas, el abandono progresivo de los espectadores, la reducción del parque de salas y el retroceso constante de la pluralidad de la oferta.
Frente a esta preocupante realidad se alza la batalla que libra la exhibición alternativa, la proliferación de pequeñas salas que hacen la guerra por su cuenta en su empeño por difundir todo aquello que se queda fuera de la exhibición tradicional. Algunas son pequeñas y valerosas empresas privadas que se atreven a ofrecer una programación arriesgada, otras son iniciativas ciudadanas que logran rescatar y revitalizar salas antaño rentables pero ahora en trance de clausura, las de más allá emanan de instituciones públicas que ponen la programación de determinados locales en manos de concienciados gestores profesionales o de colectivos culturales interesados en recuperar películas marginadas a la periferia o simplemente erradicadas por el mercado, y no faltan tampoco los grandes espacios culturales e incluso museísticos (CaixaForum, La Casa Encendida, Cineteca, Sala Berlanga, Museo Thyssen-Bornemisza, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, el Museo de Arte Reina Sofia, el MUSAC de León o la Tabakalera donostiarra, entre otros) que se abren también a las más diversas, avanzadas e incluso experimentales expresiones del arte cinematográfico que se hace en todo el mundo.
Esa extensa y heterogénea red alternativa de exhibición es la que ocupa este mes nuestras páginas de Itinerarios. Entendemos que prestar atención a esas salas y poner en valor la tarea que realizan, sus esfuerzos y sus programas, su razón de ser y la función que cumplen, forma parte de nuestra apuesta en favor de la pluralidad creativa y de su necesario corolario: la pluralidad de la exhibición. A la sazón, muchas de las expresiones más vivas, más avanzadas y más creativas del cine de nuestros días circulan casi exclusivamente por este tipo de espacios. Son muchos y muy activos. Merece la pena acercarse a sus pantallas.
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