Carlos F. Heredero.
Corren malos tiempos para la lírica en casi todos los ámbitos. Y desde luego no son España y el cine español los únicos territorios que sufren el vendaval de la sinrazón y de la falta de horizontes. Lo deja bien claro, sin ir más lejos, la radiografía crítica que propone una película como Mátalos suavemente, cuyas imágenes colocan sobre la pantalla, a pocos días de las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, una devastadora y pesimista meditación –apenas camuflada bajo la máscara genérica del thriller– sobre el ‘estado de las cosas’ en aquel país. Podría pensarse, en una apreciación superficial, que se tratara de una diatriba de inspiración republicana para certificar el fracaso de aquella ‘esperanza’ enunciada como horizonte de regeneración ética por el contrato político que el actual presidente norteamericano selló con su ciudadanía cuando accedió al poder, pero ésta sería una perspectiva de muy cortas miras. El propio Brad Pitt, emblemático protagonista de una ficción puesta en escena por un cineasta australiano (cuya mirada crítica sobre la realidad social y política de Estados Unidos va mucho más allá de los intereses partidistas en juego) se ha apresurado a desmentir que el film pueda ser utilizado o interpretado desde semejante óptica, pues es cierto que su disección apunta mucho más –y con mayor radicalidad– al fondo de la cuestión. En definitiva, a esa “condena americana” (ese poderoso entramado de intereses –tan profundamente arraigado en la estructura económica y social del país– que parece paralizar y diluir todo impulso político de transformación) a la que alude uno de los artículos que integran nuestro Gran Angular, con el que tratamos de proponer algunas reflexiones en torno al reflejo que ha tenido y está teniendo en el cine estadounidense la presidencia iniciada tras el optimista impulso del “Yes, we can…”.
Y sí, efectivamente, en otro ámbito y con otra dimensión muy diferentes, en España y en el cine español el horizonte se presenta igual de pesimista ante la perspectiva de la anunciada subida del IVA para el cine hasta el 21%, decidida por el Ministerio de Hacienda a espaldas, incluso, de las autoridades cinematográficas: una decisión que, de confirmarse (al cierre de este número de Caimán CdC se siguen multiplicando desde todos los frentes los intentos de modificar la medida), puede afectar muy gravemente a todos los estratos de la industria cinematográfica, y quizás también a la propia estructura de todo el consumo audiovisual en nuestro país. Y no se trata solo del clamoroso agravio comparativo (frente al IVA superreducido que mantendrá la industria del libro en papel, sin ir más lejos), sino también de una fatal y casi suicida comprensión de cómo funcionan los flujos económicos dentro del sector, puesto que las consecuencias de una subida como ésta pueden acabar por reducir, en lugar de aumentar, los ingresos de Hacienda por este concepto.
Tiempos de zozobra y de inquietud, frente a los que resulta imperioso reivindicar, una vez más, la dimensión crítica de un género como el thriller (Mátalos suavemente), la necesidad de un cine capaz de dialogar críticamente con sus espectadores (también en España), la función crítica del lenguaje fílmico cuando lo habla un cineasta como Chris Marker (a quien tanto echaremos de menos) y el rol irrenunciable de la reflexión crítica sobre la realidad del cine y del mundo. Una batalla que será necesario seguir librando.
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