Primer largometraje de una cineasta nacida en Oporto, pero afincada en Escocia, On Falling filma en estrecho formato 1:1,33 la vida cotidiana de una joven emigrante portuguesa que trabaja en un gran almacén de distribución, atrapada entre la rutina mecánica de su tarea laboral, la soledad de una pequeña habitación en un piso compartido y las dificultades económicas propias de su precariedad salarial. Poco a poco, todos sus apoyos se vienen abajo y todas las salidas mentales que fugazmente pasan por su cabeza se desvanecen. De ese paisaje desolador –perfectamente situado en términos de clase social proletaria– emerge un enérgico, pero nada simplista ni demagógico retrato humano que habla, simultáneamente, de explotación laboral humillante, de salud mental, del capitalismo depredador y de sus destructoras consecuencias. Pero lo hace sin concesiones a la demagogia, sin victimizar a su protagonista, sin ningún discurso sermoneador, sin subrayados discursivos y sin autoindulgentes rupturas del punto de vista, mantenido aquí siempre con absoluto rigor a lo largo de todo el relato.
En medio de semejante contexto social, personal y laboral, la cineasta cree en su protagonista y nunca le cierra la puerta, porque incluso en el pozo negro más profundo se puede llegar a encontrar, parece decirnos esta hermosa película, una tenue luz al final del túnel. Tampoco hay ningún paraíso al que aferrarse, ni mucho menos una salida fácil, pero sí una mirada no compasiva ni conmiserativa. Una mirada que no condena a su criatura, sino que, contra viento y marea, sigue creyendo en un futuro posible para ella. Aquí hay un cine social que sí merece la pena.
Carlos F. Heredero
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