Print Friendly, PDF & Email

Avalada por el Gran Premio del Jurado en Venecia desembarca en San Sebastián la nueva realización del mexicano Michel Franco, Nuevo orden, pero su verdadero sitio no debería ser el de las ‘Perlas’ del certamen (donde la han colocado), sino un lugar de honor en la filmografía de ese ‘cine de la crueldad’ con el que parecen disfrutar los seguidores de cineastas poseurs como Yorgos Lanthimos, Nicolas Winding Refn y compañía. Crueldad no solo de lo que se representa (ahí no está el problema), sino también ­­ –y sobre todo– de la mirada y de la actitud del director, incapaz de sentir o al menos de transmitir la menor empatía (ya no digamos estima o cariño) por ninguno de sus personajes, todos ellos (ricos, oligarcas, pobres, desheredados, indigentes, militares y paramilitares) inmersos en el distópico, enfático y grandilocuente apocalipsis orquestado aquí por una ficción en la que predomina el trazo grueso y el chafarrinón estético. Si lo que Franco propone es una alegoría metafórica del México actual, su discurso resulta extremadamente confuso, cuando no abiertamente retrógrado. Si lo que dispone sobre la pantalla es, únicamente, una fábula de ciencia ficción, entonces le sobran ínfulas y pretensiones. Si lo que pretende decirnos es que las revoluciones populares violentas pueden terminar siendo manipuladas en beneficio de castas paramilitares fascistas, la simpleza de tal reflexión se autocalifica por sí sola, y así sucesivamente. En definitiva, un plato solo disfrutable por paladares predispuestos para dejarse epatar con fuegos de artificio (aunque no faltará quien invoque a Pasolini y a Saló en el colmo del despiste).