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Adaptación de tres historias gráficas del autor americano Adrian Tomine (Amber SweetKilling and Dying y Hawaiian Getaway), convertidas en guion conjuntamente por Céline Sciamma, Léa Mysius y Jacques Audiard, el nuevo film de este último (Palma de Oro en Cannes por la mediocre Dheephan, 2015) consigue organizar de forma orgánica las vidas y los encuentros cruzados, intermitentes y sucesivos, de cuatro jóvenes en el barrio de Les Olympiades (Distrito 13 parisino) que da título al film, caracterizado por altos edificios, gigantescas torres de apartamentos y una arquitectura tan funcional como despersonalizada. Una chica taiwanesa con empleos ocasionales, un profesor negro reconvertido en agente inmobiliario, una actriz de un chat porno y una estudiante de derecho integran este fresco multiétnico que reverbera sobre la diversidad del barrio y que traslada, con enérgicas pinceladas cargadas de autenticidad, la búsqueda de calor humano en medio de un hábitat frío y aséptico que contrasta con la vitalidad y con las necesidades emocionales de los personajes. También con su desconcierto, sus dudas, sus confusiones entre el amor y el sexo, sus interrogantes vitales y las contradicciones propias con las que deben negociar a diario. El retrato poliédrico trazado por Audiard respira verdad, sudor, sensualidad y lágrimas. La cámara del cineasta consigue atrapar lo más íntimo de sus criaturas y logra articular con fluidez el tránsito continuo de la amistad al amor, y viceversa, que desconcierta y revitaliza simultáneamente a sus propios protagonistas. La mano y la mirada de Céline Sciamma (aquí, en funciones de guionista) se transparenta bajo los registros puramente conductistas de la película y, quizás también, bajo la historia que desemboca en una relación lésbica construida, únicamente, a través del ordenador entre dos de las protagonistas, en lo que constituye uno de los más sensibles y hermosos retratos de las fluctuantes identidades sexuales en el mundo contemporáneo.

Carlos F. Heredero

La línea 14 del metro de Paris es automática, no tiene conductor y finaliza en la parada de Olympiades, en el distrito 13. El barrio situado cerca de la Biblioteca Nacional François Mitterrand empezó a desarrollarse en los años noventa y se ha convertido en el paradigma de ese Paris moderno, apto para las clases medias y bien comunicado. El título de la nuevo película de Jacques Audiard -con guion de Céline Sciamma- hace referencia a este mundo en transformación y una parte importante de la película transcurre en el sector inmobiliario, donde vemos pisos a punto de ser vendidos en una ciudad que intenta cambiar de aspecto. Los protagonistas de Les Olympiades son un trío de personajes de tres razas diferentes que también intentan encontrar su identidad en su pequeño mundo. Audiard rueda la película en blanco y negro, pero nos encontramos en las antípodas de El odio, donde no hay conflictos sociales, sino una dureza en las formas de subsistencia. Si la película hubiera sido rodada en los noventa podría ser una historia cercana a Comment je me suis disputé (ma vie sexuelle) de Arnaud Desplechin, pero estamos en otro mundo. Los jóvenes estudiantes de clase media deben aparcar sus estudios porque no encuentran un camino para encontrar su inserción en la sociedad, deben compartir apartamento y su vida navega constantemente entre lo sexual y lo social. Audiard establece un trío de relaciones entre unos seres que ejemplifican ese nuevo Paris abierto pero contradictorio, en el que la supervivencia es complicada. El joven doctorado en literatura debe trabajar en una inmobiliaria, la chica asiática que ha crecido en Paris se gana la vida pegada al teléfono de un call center y la joven estudiante de derecho ha abandonado sus estudios, mientras busca su identidad sexual confesándose con una chica que se gana la vida vendiendo el deseo a través de una webcam. Audiard abandona progresivamente el retrato social para derivarlo hacia la comedia sentimental, filmando la película con madurez pero al mismo tiempo con inquietud, como si deseara comprender un mundo que ya no puede ser el suyo.

Àngel Quintana