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Más que otro Wang Bing, Zhao Liang es algo así como el Frederick Wiseman chino. Sus películas han abordado siempre tanto instituciones (un puesto policial, la burocracia) como colectivos (los enfermos de Sida en China). Últimamente también cuestiones medioambientales, como ya era el caso de Behemoth (2015) y ahora I’m So Sorry. En este caso se trata ya de una producción francesa que no pisa suelo chino, pues está rodada principalmente en el entorno de Fukushima y Chernobyl, además de otras partes del mundo (Bielorrusia, Alemania, Finlandia). Zhao discute la utilización de la nuclear como una “energía limpia” filmando las zonas de exclusión de Fukushima (con sus trabajos de descontaminación en suelos y vegetación) o Chernobyl (los pocos habitantes que se quedaron a vivir allí, en soledad y desafiando las amenazas), pero también un hospital para niños discapacitados en Bielorrusia (¿consecuencias del accidente de Chernobyl?… no queda claro) o las protestas en Alemania contra las plantas nucleares. Abundan los planos de estos espacios vacíos, como si fuese una película de Nikolaus Geyrhalter, solo que Zhao le incorpora su propia voz o testimonios de algunos de los participantes, siempre en off, además de ocasionales apariciones en los espacios de Fukushima de una misterioso intérprete de nō. La formula, además de un tanto gratuita (nō), acaba por resultar tan poco elaborada en su discurso (el texto de Zhao) como repetitiva y poco novedosa.

Jaime Pena