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Inspirada en una novela de Marcel Rouff posteriormente convertida en un cómic de éxito, la nueva película del cineasta vietnamita instalado en Francia Tran Anh Hung (El olor de la papaya verde, Cyclo…) es un festín culinario y gastronómico sobre el que la cámara del cineasta elabora un suculento ballet visual capaz de convertir la ciencia y el arte de la cocina en tensión amorosa y sexual. La relación entre Dodin (Benoît Magimel) y Eugénie (Juliette Binoche), construida a lo largo de veinte años sobre el enorme talento de la cocinera para elaborar las más sofisticadas recetas y proponer platos con infinitas capas de sabor y de aromas, evoluciona cuando el primero la propone matrimonio y empieza cocinar para ella, antes de que lo más impensable, y menos asimilable para Dodin, llegue a truncar la armonía de semejante entente. Es cierto que, en su tramo final, la película pierde la tensión dramática, romántica y erótica subyacente que hace de la primera media hora del film uno de los fragmentos más hermosos entre cuantos hemos visto en este festival. A lo largo de ese largo tramo introductorio, lo único que vemos es cómo Eugénie y sus dos ayudantes se mueven con agilidad alrededor de los fogones, elaboran las más sofisticadas salsas, cuecen, hierven y fríen una multitud inacabable de alimentos, los combinan con fluidez y presentan los más apetitosos platos que podamos imaginar mientras la cámara del cineasta se mueve entre ellos con tanta discreción como capacidad de sugerencia. Bajo esa virtuosa coreografía gastronómica se abre paso, de forma silenciosa, una tensión erótica cuya dialéctica con lo culinario apenas emerge en un par de ocasiones antes de que la narración tome otra deriva sin terminar de encontrar del todo su camino. A pesar de todo, una de las obras más originales y menos previsibles del festival. Carlos F. Heredero


En el catálogo de las formas con que el cine ha filmado la gastronomía ocupa un lugar preminente El festín de Babette, una película de Gabriel Axel inspirada en un relato de Isak Dinesen. La Passion de Dodin Bouffant, inspirada en una novela de Marcel Rouff que dio lugar a una famosa novela gráfica, parece querer romper con el canon establecido y rivalizar en los manjares con ese clásico danés de 1987. Durante los veinte primeros minutos de la película vemos a los protagonistas cocinando. Entre otras cosas, están preparando una exquisita espalda de ternera, un rodaballo y, de postre, una sabrosa omelette norvégienne –tarta con helado recubierta de merengue–. El principal artífice de la receta culinaria es Dodin Bouffant (Benoît Magimel) un cocinero de finales del siglo XIX que cree en la esencialidad de la tradición culinaria para realizar unos suculentos menús que contemplen lo mejor de esa sencillez ancestral y abran nuevos caminos para pensar la gastronomía. Dodin Bouffant no sería nadie si no fuera por que todas sus invenciones están hechas con el cariño y la destreza de su fiel cocinera, Eugénie (Juliette Binoche).

Tran Han Hung, un director que tiene tendencia al preciosismo estéril como demostró en El olor de la papaya verde (1993), hace derivar la película hacia una historia de amor. Dodin y Eugénie han vivido unos veinte años juntos, su proyecto vital ha ido avanzando, pero no se han dado cuenta de que quizás se aman. Mientras Tran Han Hung rompe el preciosismo para conquistar un cierto virtuosismo en la primera parte centrada en filmar los diversos manjares entre ellos, un increíble pot au feu, en la segunda parte la película pierde impulso. La historia de amor tiene connotaciones trágicas, pero sin un trasfondo. A pesar de que existe una química entre la pareja protagonista todo se acaba diluyendo y Tran Han Hung va abocando su película hacia lo previsible, sin saber cómo transmitir esa pasión necesaria para que la gastronomía y el amor se armonicen. Al final el espectador tiene la sensación de que a pesar de haber rivalizado con El festín de Babette, la película danesa continúa ocupando el primer lugar del canon. Àngel Quintana