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Estamos en Seúl a principios de los años setenta en el interior de la industria del cine. Hay un cineasta llamado Kim (Song Kang-Ho, el intérprete del personaje del padre en Parásitos) que está lleno de complejos y que desea realizar la que va a ser su película definitiva pero tiene miedo con el final que ha propuesto y con lo que pueda llegar a realizar. La censura le pide modificaciones y no sabe cómo burlarla. Las reivindicaciones de los actores y de los productores se instalan en el interior del plató y el rodaje va convirtiéndose en un auténtico caos. Kim Jee-woon es un cineasta habitual de las secciones de medianoche del Festival de Cannes, autor de algunos thrillers consistentes como El bueno, el malo y el raro (2008) o The Age of Shadows (2016), que en esta ocasión decide rodar una especie de metaficción sobre las dificultades de hacer cine durante el gobierno autoritario de Park Chung-hee que gobernó duramente durante dos décadas. A Kim Jee-woon no le interesa demasiado hablar de política, ni profundizar sobre el contexto del cine de su país, sino tan solo hacer una especie de comedia de enredos con personajes salidos de tono sobre las peripecias de un rodaje. El resultado es una insportable película sin gracia, llena de disparates que no van a ninguna parte. Àngel Quintana