Con su cortometraje Gastos incluidos, Javier Macipe se adentraba en el terreno de lo inesperado, algo así como lo que Roald Dahl proponía en aquel recopilatorio de historias cortas (Relatos de lo inesperado) que ya se apropiaba del término como elemento que las cohesionaba en un mismo volumen. En todos esos cuentos, el autor inglés se servía del humor negro y del misterio para terminar estableciendo cierta complicidad con el lector, con el fin de desarrollar alguna lección moral. Estas mismas cuestiones eran clave en Gastos incluidos: una anómala situación no resuelta y absurda que albergaba una compleja reflexión sobre la individualidad y la desconexión en los tiempos del room mate. La estrella azul también encierra cierta anomalía, o si se quiere, un giro hacia lo inesperado: en un momento dado, el biopic parece cobrar entidad propia y se impone a la propia ficción. Y no lo hace sin previo aviso: uno de los primeros instantes del film muestra la página de su propio guion. Macipe muestra las costuras no como un alarde formal sino con la convicción de que el cine, el medio fílmico, es un valioso documento histórico y emocional. En La estrella azul conviven el humor (aunque no el misterio, que sí sostenía su anterior pieza) y la melancolía. Un retrato armado desde la admiración, que desdibuja los límites de la ficción y reflexiona sobre el valor de la creación, ya sea esta musical o cinematográfica. Cristina Aparicio