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SERGIO Y SERGUÉI (Ernesto Daranas)

Algunos títulos de la filmografía cubana reciente coinciden en fijar la mirada en el crucial momento de 1991, donde se disolvió la Unión Soviética. Cuba sin el amparo de una Rusia comunista (bajo la presidencia de Boris Yeltsin) era como decirle a Newton que ya no existía la gravedad. En esos términos se expresa la narradora de Sergio & Serguéi. La película plasma ese sentimiento de incertidumbre y abandono de muchos cubanos al desaparecer el referente soviético. Alejado del tono de derrota de La obra del siglo (Carlos Machado Quintela, 2015), Ernesto Daranas construye una comedia sobre aquella etapa, donde se fusionan dos episodios históricos –aquí ficcionados– que no tuvieron relación. Por un lado, el abandono en el espacio del cosmonauta ruso Sergei Krikalev en la averiada base espacial MIR; por el otro, la conexión que radioaficionados cubanos establecieron con estaciones espaciales.

Sergio es un profesor de filosofía marxista atascado en esa encrucijada; no consigue publicar libros y sus perspectivas económicas se ven mermadas por ello. A través de un equipo que Peter (un periodista y antiguo amigo de su padre) le envía desde Estados Unidos, consigue establecer comunicación con Serguéi Asimov. Se trata del solitario astronauta cuyo rescate ninguna nación quiere asumir. Los dos protagonistas comparten los miedos, dudas y tristeza generados por las profundas transformaciones políticas que se están produciendo. Daranas se sirve del costumbrismo para sortear el doloroso trasfondo al que remite su historia; la precariedad, los balseros o la juventud desencantada. Recurre a la parodia cómica (a veces cayendo en la ridiculización) para retratar a la pareja de funcionarios que monitoriza las conversaciones radiofónicas, e interpretando amenazas para la seguridad cubana. La narración se atreve a romper el hermetismo insular reflejando esa intercomunicación triangular entre Sergio, Serguéi y Peter. La hija de Sergio recuerda desde la voz en off que la amistad puede ser el mejor antídoto frente a la desesperanza. Javier Rueda

NO DORMIRÁS (Gustavo Hernández)

3 No dormirás

El tercer largometraje de Gustavo Hernández se inscribe en una línea de producciones que justifican las arbitrariedades del guion a partir del alterado estado mental de sus protagonistas, así que no busquen indicios de coherencia interna ni de solidez causal en los acontecimientos que van amontonándose hasta conformar esta película de terror convertida en otro hit de ese gran género que es el de la comedia involuntaria.

El ensayo de una obra teatral que experimenta con el insomnio de los actores para alcanzar un estado de percepción que les permite conectar con otras realidades le sirve al realizador uruguayo para poco más que recitar de memoria las definiciones del diccionario básico del horror: desde los escenarios (el psiquiátrico en el que se recluyen para ensayar) hasta los previsibles sustos, pasando por el ensordecedor uso de la música en los momentos diseñados para acongojar o su archisabida planificación, suenan a cosas ya oídas. Es como si un detractor del Actor’s Studio hubiera glosado las maldades del método Stanislavski disfrazando de película de miedo lo que en verdad es una comedia bufa; dedicándole, además, el imperativo título de la obra a un Lee Strasberg que, efectivamente, ya no descansará ni siquiera en su tumba. Enric Albero