El cuarto largometraje del actor y cineasta Emmanuel Courcol se presenta como una película para todos los públicos, como una obra marcadamente popular pensada para conmover amplios patios de butaca. A priori, la película puede hacer temer lo peor al espectador que espere una obra lacrimógena y sentimental sobre la familia, la amenaza de la muerte y la música. Curiosamente, Courcol evita muchas de las trampas previsibles para encontrar la dignidad y no caer en los recursos fáciles. En fanfare contrapone dos mundos. Por un lado nos cuenta la historia de un famoso director de orquesta al que la diagnostican leucemia y por otro lado la historia de su hermano que vive en un pueblo minero cercano a Lille, afectado por la reconversión industrial. Al inicio los dos hermanos no se conocen porque el director fue dado en adopción, pero la búsqueda de genes familiares compatibles acerca a los dos hermanos y crea una curiosa unión fraternal. La historia de la enfermedad está presente en la película, pero también existe un relato sobre un grupo de músicos populares que se encuentran ante un virtuoso que pretende ayudarles en reformar su banda musical. El trasfondo obrero de la película puede hacer pensar en cualquier película inglesa popular, al estilo Billy Elliot, que nos hable de la lucha de unos trabajadores para conquistar el triunfo. Courcol evita todo esto y se limita a contener las aristas, a mostrar los límites de cada uno de los personajes y a hacer públicas sus contradicciones. La música sinfónica dialoga con los trombones de la banda, mientras todo concluye en una emotiva versión de el Bolero de Ravel. En fanfare no ha tardado en convertirse en Francia en el éxito popular esperado y anuncia expandirse por el resto del mundo. Robert Guédiguian está en la producción de la película y dos grandes actores (Benjamin Lavernhe y Pierre Lottin) intentan evitar las caídas emocionales y el populismo fácil en la descripción de la vida en un pequeño pueblo de provincias marcado por la crisis y el paro.

Àngel Quintana