Tres mujeres asediadas y maltratadas, en diferentes coordenadas espacio-temporales, por una presencia que nadie puede ver, pero que sí se puede filmar. Con esta premisa, que encierra en sí misma un más que sugerente material dramático, tanto para una película de terror psicológico como para una indagación en el papel que pueden jugar las imágenes en la sociedad contemporánea, el primer largometraje del vallisoletano Pedro Martín-Calero (estudiante de fotografía en la ECAM y realizador de dos cortometrajes en Inglaterra: Julius Cesar: Shakespeare Lives, 2016, y You are Awake, 2017) construye un puzle que bascula entre las tres jóvenes protagonistas, que transcurre en otras tantas ciudades de España, Argentina y Francia (los tres países coproductores) y que se acoge al paraguas genérico del terror como pretexto para tomarse numerosas licencias narrativas. Filmada con un aplomo artesanal notable, El llanto enhebra desde el guion (firmado junto a Isabel Peña) las relaciones que vinculan a las tres chicas, pero esos hilos no acaban de alcanzar en las imágenes el espesor o la densidad que estas reclaman, incluso cuando echan mano de las convenciones del género.
Bajo varios aspectos del relato se transparenta el influjo de la literatura de Mariana Enríquez (reconocido por el propio director), mientras que su puesta en escena trata de moverse en un registro más o menos realista en consonancia con la voluntad explícita de dar a sus protagonistas una entidad propia como personajes que vayan más allá del estereotipo. La voluntad teórica del proyecto (una ficción que habla del maltrato a las mujeres sin caer en las servidumbres de lo discursivo) tropieza, sin embargo, con la escasa autonomía que el propio guion deja a sus protagonistas, meros peones a la postre de una trama que trata de anudarse en el último tramo conforme a los códigos más convencionales del género.
Carlos F. Heredero
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