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Carlos F. Heredero.

Solo había ocurrido en una ocasión desde que, a comienzos de 2008, comenzamos a publicar en estas mismas páginas (por aquel entonces, bajo la cabecera de Cahiers du cinéma. España) dos listas diferentes de las mejores películas de cada año: la elaborada por los críticos de la revista y la que proponen nuestros lectores. Sucedió al hacer el balance del año 2012, cuando unos y otros coincidieron al elegir como indiscutible ganadora a Holy Motors, la deslumbrante y visionaria película de Leos Carax.

Pero este año ha vuelto a suceder: críticos y lectores de Caimán CdC han colocado a Boyhood al frente de sus respectivas listas. Y desde luego no han sido los únicos: publicaciones como Sight & Sound, Film Comment, IndieWire, Empire, The New York Times, Washington Post, Rolling Stone, así como la Asociación de Críticos de Nueva York, han llegado a la misma conclusión. El film de Linklater (véase Caimán CdC, nº 30/81; septiembre, 2014) emerge así como un título de referencia inexcusable en medio de un año que, al menos en las carteleras españolas, ha estado lleno de excelentes películas.

Se podría considerar, por supuesto, que esto de las listas no es más que un juego lúdico con perfiles narcisistas, pues todos los críticos que hemos hecho alguna lista en algún momento de nuestra vida (¿hay alguno que no haya hecho ninguna…?) hemos tratado no solo de ofrecer un diagnóstico de la parcela o conjunto sobre los que se nos solicitaba nuestro particular canon, sino también –confesémoslo– de subrayar nuestra supuesta personalidad, o mirada, a fin de conseguir una determinada visibilidad en medio de un calidoscopio de opiniones siempre variopinto y heterogéneo. Pero también es cierto –lo ha explicado Jean-Michel Frodon en varias ocasiones– que las listas de los críticos juegan otro papel mucho más interesante que el de un mero entretenimiento.

Y esa función es la de contrapeso de otras listas con mucha mayor presencia mediática (las listas de las recaudaciones de taquilla, del número de espectadores, de los beneficios y de los costes, pero también las de los grandes premios institucionales), la de ofrecer una alternativa crítica a la hegemonía fría de las cifras, impuesta por el mercado, y al panteón de prestigio canonizado por la Academia. Frente a la tentación de sucumbir al poder de los números y al marketing promocional de los grandes galardones (una tendencia que avanza imparable en los grandes medios generalistas), esa alteridad se hace hoy más necesaria que nunca: una alteridad hecha de reflexión y distancia, de pasión militante y análisis riguroso, de opiniones libres y de intervención colectiva, sí, por supuesto, pero también de listas alternativas confeccionadas desde una perspectiva cultural y artística.

Lo explica muy bien Jonathan Rosenbaum en su imprescindible Essential Cinema. On the Necessity of Film Canons: es necesario “encontrar vías para recanonizar el cine a fin de combatir los cánones reduccionistas de los publicistas”. A condición, claro está, de no concebir nuestros cánones como “una forma pasiva de reportaje”, sino como “un activo proceso de selección” que se renueva y se pone en cuestión a sí mismo de forma incesante, en abierto contraste con la impositiva y monolítica fotografía que tratan de fijar el mercado y las grandes instituciones. Las listas: un contrapeso necesario.