Print Friendly, PDF & Email

Carlos F. Heredero.

Claude Lanzmann y Wong Kar-wai. Uno y otro protagonizan los acontecimientos más relevantes que ofrecerá la cartelera a lo largo de enero, para empezar a degustar el 2014.
Y los dos se bastan por sí solos para ofrecer sendos polos de referencia, sendas películas (El último de los injustos y The Grandmaster) cuya potencia moral y estética permite desplegar una serie de reflexiones que creemos son de insoslayable actualidad aquí y ahora, en el mundo en que vivimos y en el cine que este mundo produce.

Lanzmann es un hombre del siglo XX. Y también un pilar imprescindible en la construcción del pensamiento historiográfico que alumbra la segunda mitad de aquella centuria tras la catástrofe del holocausto. Un judío cuyos padres emigraron a Francia desde el este de Europa, un destacado militante de la Resistencia francesa, un intelectual de primera línea (amigo de Jean-Paul Sartre; después pareja de Simone de Beauvoir y director de Les Temps modernes). Sin Shoah (1985), sin las películas que vinieron después, pero que salieron del ingente material filmado para aquélla, sería imposible una comprensión cabal de aquel aberrante paso atrás que vivió la historia de la humanidad en Dachau, en Auschwitz-Birkenau, en Treblinka, en Belzec, en Sobibór, en Terezín…

Pero Lanzmann no trabaja con la ficción ni con las imágenes del horror, sino con los testimonios biográficos, con los recuerdos de quienes lo padecieron y de los que lo infligieron. La memoria personal de sus entrevistados evoca ante su cámara –sin representarlas– las imágenes más perturbadoras que uno pueda imaginar. Wong Kar-wai, en cambio, es esencialmente un hombre de imágenes. Un chino del continente, emigrado con sus padres a Hong Kong; un destacado representante del cine moderno hongkonés; un creador empeñado en el desigual combate que –frente al marasmo audiovisual propio de la posmodernidad– intenta fijar la vivencia mental del tiempo cronológico y anclar las imágenes en la percepción emocional de quienes las contemplan. Aunque empezó a filmar en 1988, es en realidad un hombre del siglo XXI.

Curiosamente, y siendo como son en todo –en su estética, en sus temas, en su naturaleza formal– dos películas completamente diferentes, El último de los injustos y The Grandmaster (un documental y una ficción) se las tienen que ver ambas con el retorno incesante de la Historia (la de Europa a mediados del siglo XX; la de China y Hong Kong en el mismo período): esa misma Historia que emerge, insidiosa, constante, bajo la memoria de Benjamin Murmelstein (encarnación fílmica de su propia figura real) y bajo la existencia de Ip Man (representación ficcional de otro personaje real). Uno y otro cineasta se enfrentan con ambos títulos a los fantasmas de su propia historia personal y lo hacen, además, con la mayor radicalidad: sumergiéndose sin concesiones en los más perturbadores recovecos del relato histórico y mostrando cómo las aristas más ponzoñosas de éste cincelaron la vida y la existencia de sus criaturas.

Con toda probabilidad, Claude Lanzmann y Wong Kar-wai hacen cine uno a espaldas del otro, ignorándose mutuamente, pero aquí comparecen los dos juntos, enseñándonos sus películas, hablando con Caimán CdC y con todos nuestros lectores.