Gerard A. Cassadó.
En la reseña de Heli escrita para la web de Caimán CdC, Carlos F. Heredero definía desde Cannes el nuevo film de Amat Escalante como “un durísimo y desesperanzado retrato de la vida en los entornos de la sociedad mexicana que padecen las atroces consecuencias de la violencia generada por el narcotráfico y por las sucias vinculaciones de éste con el ejército y con la policía”. El último plano de Colosio, el asesinato, metáfora que a modo de epílogo subraya el mensaje del film, muestra el cauce de un río manchado de sangre. Un abismo distancia las propuestas de Escalante y Carlos Bolado, director de Colosio…, y sin embargo existe en ambos la voluntad de arrojarnos a esa corriente sangrienta que es la historia contemporánea de México. Bolado se detiene en uno de sus episodios más oscuros: el asesinato en 1994 de Luis Donaldo Colosio, candidato del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia de la República. Delfín del presidente Carlos Salinas, la víctima pronunció días antes de su muerte, durante la campaña electoral, una célebre perorata en Ciudad de México en la que ponía en jaque la política neoliberal de su gobierno y hacía temblar los cimientos de una élite sustentada en la corrupción y el narcotráfico.
El film es un discurso que no admite réplica, suscribe la teoría de la conspiración y reabre un caso que se cerró con un único (y dudoso) culpable. Adentrándose en una hipotética investigación paralela que habría encargado el propio PRI, Bolado construye un thriller de ritmo atropellado y formas manidas que concluye con un rotundo desenlace al que le sobran epílogos para dejar claro su mensaje: absolutamente nadie que se atreva a plantarle cara al sistema escapará de sus garras.
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