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Siempre listo.

Jean-Sébastien Chauvin.

La irrupción de Brillante Mendoza hace cinco años dio impulso a un cine filipino aletargado desde la muerte de Lino Brocka en 1991. La productividad de este antiguo publicista, director de nueve películas entre 2005 (Masahista) y 2009 (Lola), se debe por completo a la importancia del trabajo preparatorio y a una organización previa tan precisa como artesanal.


Su carrera debutó en 2005. Desde entonces ha rodado nueve películas. ¿A qué responde este ritmo desenfrenado?

Es como redescubrir un deseo profundo sumergido desde hace años. Siempre quise ser cineasta, pero socialmente no tenía ninguna oportunidad de introducirme en el medio cinematográfico. Por eso trabajé, con mucho gusto, como production designer para televisión, cine y publicidad durante alrededor de diez años. Ganaba dinero y tenía una vida bastante agradable. Pensaba seguir y, de repente, un amigo me propuso rodar una película, Masahista, para el mercado del vídeo. Acepté inmediatamente. El guion se hundía bajo el peso de los clichés y de una historia corriente. Trabajé en él y así logré dar mis primeros pasos.


Siente un vivo interés por las películas de corte social, a priori muy alejadas del universo de la publicidad…

Como publicista vendo ideas. En mis películas, por el contrario, cuento historias. En la medida de lo posible, que sean lo más verdaderas y cercanas a la vida real, a la mía y a la de mi entorno. Y sobre todo, que transcurran aquí y ahora. No hace falta ir muy lejos para encontrarlas. De niño era muy curioso. Adoraba las historias del vecindario, escuchar lo que los adultos se decían en el autobús… Siempre he experimentado un gran placer observando a la gente. Es probable que todas las historias que cuento sean variantes de aquellas de mi infancia que aún recuerdo. Existe una espontaneidad en el hecho de rodar películas que no sentía en la publicidad. Para mí es importante contar esas historias sin demora.


De película en película va dibujando un retrato de Manila…

Esta ciudad está plagada de pequeñas historias que interactúan entre ellas, dibujando así, con una ironía trágica, el destino de sus habitantes. La alegría cohabita con la desgracia más intensa y la lucha cotidiana por la supervivencia, cuando el sentimiento religioso se codea con una especie de inmoralidad. La ironía está íntimamente ligada al carácter ambiguo y contradictorio de la vida. Pretendo mostrarle eso a los espectadores para que comprendan mejor lo que es Filipinas. A veces la gente se corrompe, pero al mismo tiempo resiste. En Filipinas, Tirador no siempre gusta porque lo consideran demasiado pesimista. Por el contrario, fue percibido como un film profundamente optimista en Japón, país donde las situaciones descritas conducirían al suicidio. En Filipinas, eso tan sólo forma parte de la vida. Si mis personajes son ladrones es porque intentan vivir al día.


En general, ¿cuánto tiempo duran sus rodajes?

Van bastante rápido. Llevo a cabo largas investigaciones, entrevisto a gente para nutrir mis historias… pero cuando llega el momento de rodar, todo ha sido preparado y discutido, incluidos los personajes con los actores. Aún así un rodaje puede tomar uno o dos meses.


¿Qué método utiliza para rodar en medio de una multitud?

Primero determinamos precisamente el lugar en el que los intérpretes van a actuar, su posición, etc. Cuando vamos a la calle ya todo ha sido pensado. Sin embargo, me gustan las sorpresas, me gusta que lo que hayamos previsto no funcione, y que eso nos obligue a adaptarnos rápidamente.


Sus películas cuentan con un gran número de planos. ¿Cómo concibe usted el montaje, la construcción general del film?

En la etapa de la elaboración del guion, la historia ya está muy escrita y la estructura del film cerrada. No comienzo el rodaje hasta que no tengo un guion perfectamente estructurado. A continuación grabo mucho, de modo que pueda mezclarlo todo en el montaje: escenas, situaciones y personajes. Resulta un trabajo bastante excitante.


¿Hace muchas tomas? ¿Tiene mucho material bruto?

Sí, muchas. El montaje es un proceso largo. Las tomas son tan numerosas que a veces soy el único que las conoce, lo que no facilita la tarea del montador.


Sus películas están montadas de una manera verdaderamente particular. Por ejemplo, en Tirador, la primera impresión que se tiene es la de cacofonía visual, mientras que en realidad, todo está muy construido y es muy preciso.

Exactamente. Es el tipo de sensación que pretendo suscitar, la de algo duro y caótico. No parece estudiado y sin embargo, para dar esa impresión hay que tener una idea muy precisa de los cortes y de los puntos de montaje. En realidad, en mi mente todo está perfectamente claro. Es por eso por lo que dedico mucho tiempo al montaje. Si la gente siente esa especie de confusión y de desbordamiento significa que he alcanzado mi objetivo. Es la historia la que te dice cómo montar la película. El montaje de Tirador se parece al de Kinatay, así como el de Lola, al de Foster Child. En Tirador, quería que el montaje condujera a una pérdida de dirección. Que fuera muy rápido y de repente muy lento. Y de nuevo rápido. Con el fin de que el espectador no estuviera en una posición muy confortable, pero sobre todo para que sintiera los mismos sentimientos que los personajes, para que ya no hubiera más distancia entre ellos. Lola es mucho más lenta, más paciente, en consonancia con el ritmo de las dos abuelas.


A menudo, corta un plano en el momento en el que la película se vuelve melodramática. En ocasiones resulta bastante violento.

Evidentemente es algo intencionado. Las historias ya son suficientemente melodramáticas por sí solas. Quiero mostrar la situación lo más honestamente posible. Las abuelas de Lola son conmovedoras en sí mismas. No es una película sobre ellas, sino más bien sobre los acontecimientos que viven en un momento preciso. La emoción viene dada por la situación.


¿Cómo consigue encadenar películas con semejante rapidez?

No es que tenga una nueva idea inmediatamente después de haber terminado una película. Lola, por ejemplo, es un proyecto que desarrollé durante tres años, periodo en el que dirigí tres largometrajes: Kinatay, Serbis y Tirador, que quizás sea mi película más ambiciosa y más seca. Quiero mantener un cierto equilibrio entre estos diferentes acercamientos, pero sobre todo poder continuar desarrollando simultáneamente varias ideas. Por ejemplo, el tema de Serbis me vino a la mente durante el rodaje de Masahista. La gestación es larga, aunque las películas puedan dar la impresión de haberse rodado con prisas. En estos momentos tengo varios proyectos que me gustaría desarrollar en un futuro próximo, pero no sé cuál se realizará primero. Se trata de una disciplina adquirida gracias al contacto con el medio publicitario. Resulta muy difícil descansar, debes estar permanentemente en alerta, proponer nuevas ideas… No paro de trabajar, incluso cuando parece que no hago nada, o que estoy distraído leyendo un libro en casa. En realidad, siempre estoy dispuesto para rodar.


¿Trabaja siempre con el mismo equipo?

Sí. Particularmente desde hace un año, cuando me compré una cámara. Ciertos miembros de mi equipo viven en mi mismo edificio y son asalariados durante un año. Esta vida en común nos permite ser muy reactivos. Pero si tengo ganas de filmar algunos planos, también puedo salir solo a la calle con la cámara. Me gusta la idea de poder grabar en todo momento, sin hacerme preguntas sobre el proceso de producción. Siempre me asombra el tiempo que toma la fabricación de una película en Francia. Hay que desarrollar un guion, preparar el rodaje, acudir a reuniones, etc. A veces esto puede durar años. Mi productor comprendió que yo no puedo funcionar así, en seguida perdería todo interés por el proyecto, sin contar (con) mi energía. Por eso ruedo rápido, más aún cuando no tengo problemas en trabajar con pequeños presupuestos.


A fin de cuentas, se parece a sus personajes: desbordantes de energía, sin cesar de correr tras lo real… Pero ellos no pueden parar puesto que es de su supervivencia de lo que se trata.

Sí, es cierto, y no me invento nada, así es la vida en Filipinas. Es un país repleto de contradicciones en el que reina la ironía, donde se codean lo atroz y lo magnífico. Todo eso debe filmarse aquí y ahora. Si espero demasiado, esa realidad perderá parte de su intensidad. Pero también puedo ser paciente. El proyecto de Lola fue rechazado primero por diferentes comisiones, hizo falta tiempo. Entonces, preferí pasar a otro proyecto en lugar de esperar los fondos para el rodaje. Es importante preservar tu energía, no depender de las instituciones.


¿Cuáles son sus influencias? He leído que era fan de François Truffaut, quizás también del Neorrealismo italiano…

Recientemente quedé impresionado por el cine de los hermanos Dardenne. Me gusta mucho Elephant, de Gus Van Sant. Pero no siento tanta fascinación por el Neorrealismo como se dice. De forma general, intento no mirar demasiado el trabajo de otros directores, en particular si su estilo o sus temas me resultan cercanos. Sobre todo cuando me lanzo en un nuevo proyecto.


No obstante, su experiencia en la publicidad le ha ayudado a dirigir sus películas.

Sí, por descontado. Adquirí una disciplina, una cierta profesionalidad. La publicidad me enseñó a organizarme. Lo importante es estarlo antes del rodaje para ganar posteriormente en espontaneidad. No le puedo decir cuánto tiempo de media  toma la preparación de una película. Todo depende del proyecto. Intuitivamente sé cuándo debo comenzar a rodar. No existe un tiempo ideal de preparación.


¿Graba indiferentemente en vídeo o en película?

Cuatro de mis películas fueron rodadas en película. A veces hay que decidir qué es más importante: ¿los aspectos técnicos o la historia? Una mitad de Kinatay se rodó en vídeo HD (escenas de noche), la otra en celuloide (escenas de día). Serbis, directamente en cine. Lola, en cambio, se rodó en HD por cuestiones de comodidad, esencialmente a causa de la proximidad del agua. No habríamos podido hacerlo con una cámara de 35 mm. En Manoro o en Masahista, la decisión de optar por el vídeo tuvo que ver sobre todo con la falta de medios financieros suficientes para lanzarse a un rodaje en 35 mm.


En la actualidad, ¿es usted independiente desde un punto de vista financiero?

En parte. Poseo los derechos de mis películas en Filipinas. Pero a veces acepto  anuncios televisivos para llenar las arcas.


¿Tienen éxito sus filmes en Filipinas?

No realmente. Muestro mis películas sobre todo en escuelas. Así me resulta más fácil debatir con los estudiantes que si se difundieran en los cines tradicionales. De todas formas no tenemos presupuesto suficiente para la promoción y sin promoción no existe ninguna oportunidad de éxito. Estoy negociando con un pequeño distribuidor de Filipinas para lanzar el conjunto de mis filmes en DVD.


¿Mantiene el contacto con las personas que filma?

Sí. Los veo regularmente. Muchos de mis actores son ahora amigos. Es importante que una vez terminada la película, la aventura continúe. Ésta es la gran ventaja de permanecer fiel a la realidad. La película debe ser un reflejo de la realidad, de mis sentimientos sobre esa realidad y de la gente con la que me cruzo y filmo. Pretendo mantener la sencillez. Ya no soy el salvador del cine filipino. Solo quiero hacer películas, humildemente, permaneciendo fiel a lo que filmo.

Entrevista realizada en París,
el 19 enero de 2010.

© Cahiers du cinéma, nº 656. Mayo, 2010.
Traducción: Natalia Ruiz.