Con materiales filmados en 2001, 2006, 2017 y 2022, Jia Zhang-ke compone la primera obra mayor que aparece en este apagado y, hasta ayer, más bien mediocre festival. De regreso a la radiografía documental que da cuenta de las transformaciones de su país y de cómo estas afectan a la vida de los individuos, el autor de Naturaleza muerta (2006) vuelve parcialmente a los escenarios de aquel film (León de Oro en Venecia) para contar, mediante la articulación de dos fragmentos temporales diferentes, una romántica historia de amor protagonizada inicialmente por dos jóvenes llenos de vitalidad y luego, tras su reencuentro veinte años después, por dos adultos en cuyos rostros se dejan ver todas las heridas de la vida. Como en sus mejores conquistas, Jia Zhang-ke se mueve con facilidad y con armonía entremezclando el documental y la ficción, como si el primero formara parte de la segunda y viceversa, porque la transformación de los personajes es también la de sus actores, a quienes el cineasta recupera dos décadas después del primer rodaje. Entre medias, al compás de los itinerarios personales de los dos protagonistas, se dibuja una nación que se rompe y se recompone dejando en el camino tantas heridas geográficas como emocionales, lo que no impide que el film alcance en el ámbito propiamente dicho de la ficción una emoción genuina y una intensidad contenida que nunca se desborda, pero que termina por hacer mella en el espectador. Obra compleja y de profunda originalidad, nos permite recuperar los mejores registros de su director y sacude, con su atrevida y exigente propuesta formal (atravesada por una limpia mirada moral), los caminos más complacientes por los que ha venido transitando hasta ahora (salvada sea Megalopolis) la mayoría de la sección oficial.
Carlos F. Heredero
Para disfrutar del cine de Jia Zhang-ke es preciso tener claro que la principal obsesión creativa del cineasta no es otra que la de documentar. Desde los inicios de su filmografía, a finales de los años noventa, Jia Zhang-ke entiende que tanto el poder reproductor de la cámara cinematográfica como el valor de la puesta en escena deben servir para atrapar los movimientos de una transformación, la de China. Documentar no equivale a apostar directamente por el documental, aunque en determinadas películas lo haga. Documentar pasa por la búsqueda de un curioso equilibrio que sitúa la película en la débil frontera que separa la realidad de la ficción. Caught by the Tides es una película clave en su filmografía porque funciona como documento sobre su propio método y como síntesis del trabajo de documentación que ha acompañado su filmografía. Caught by the Tides se desarrolla en tres partes y está rodada en cuatro años diferentes: 2001, 2006, 2017 y 2022. En estos tres momentos quiere mostrar la transformación de China –el gran tema de su filmografía– pero también nos muestra la transformación del soporte que ha hecho posible la imagen de esta transformación.
En la primera parte domina el juego de contrastes entre dos mundos diferentes. A principios del nuevo siglo en China quedaban los retratos de Mao, los jóvenes de las provincias celebraban sus fiestas en locales sórdidos, las calles no estaban asfaltadas y los viejos locales del partido empezaban a transformarse en locales musicales. En 2006, a las puertas de los juegos Olímpicos de Pekín todo este mundo se había transformado: las viejas fábricas se abandonaron, los clubes de música pasaron a ser clubs de alterne y el paisaje urbano de la provincia empezó a urbanizarse y a deshumanizarse. En este contexto, Jia Zhang-ke apunta el inicio de una historia de amor entre Qiaoqiao y Bin. La desaparición de Bin provoca una búsqueda por parte de Qiaoqiao, que se prolonga durante dos décadas. En la segunda parte, Jia Zhang-ke regresa a la presa de las tres gargantas, la presa más grande del mundo que fue el escenario de su película Naturaleza muerta. Han pasado unos años desde que se rodó la película y la presa está a punto de inundar toda la región mientras se produce el desplazamiento masivo de la población. China muestra en la presa todo su potencial económico, los restos del comunismo aparecen lejanos y el nuevo poder económico muestra su megalomanía. Finalmente, en la tercera parte nos encontramos ante el paisaje de la desolación provocado por la pandemia, el protagonista viaja del sur hasta al norte en busca de su amada. Por el camino se encuentra con un mundo mecanizado, en el que un viejo vagabundo se ha convertido en influyente y la inteligencia artificial parece augurar el futuro de un nuevo mundo.
Caugh by the Tides establece un puente con Placeres desconocidos (2002), Naturaleza muerta (2006) y parece proyectarse hacia el universo futurista del tercer episodio de Más allá de las montañas (2015). Una vez más su cine es un minucioso trabajo de documentación de un mundo en perpetua transformación.
Àngel Quintana