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Javier H. Estrada

En su memorable secuencia de apertura, Avanti popolo emprende un viaje en coche por una barriada de São Paulo. Cae la noche y el paisaje, difuso por el resplandor de las farolas, adquiere un aspecto de alucinación intemporal al fundirse con la música folclórica transmitida por una radio clandestina. Se escuchan viejas canciones de libertad, interpretadas por el brasileño Gastão Formenti, los chilenos Quilapayún y el uruguayo Daniel Viglietti. Desde el inicio, el debutante Michael Wahrmann se propone revivir un fuego extinguido, invocar el espíritu combativo de un continente sofocado por el terror de las dictaduras militares. La lucha contra el olvido, elemento fundamental de sus cortometrajes Avos (2009) y Oma (2011), es de nuevo el tema principal de Avanti popolo.

La película despliega un fino hilo narrativo sobre una relación paternofilial duramente marcada por la pérdida y la soledad. Un hombre maduro visita a su padre anciano para descubrirle un fantasma del pasado: películas caseras grabadas en súper 8 mm por su hermano antes de desaparecer durante la dictadura brasileña.

A través de una puesta en escena esencial, cercana a Samuel Beckett (aunque sin su profundidad existencial ni su comicidad agónica), Wahrmann representa un tiempo detenido, dos personajes que habitan la misma casa pero cuya comunicación se encuentra siempre obstaculizada. Apenas un puñado de encuadres frontales y distanciados de los protagonistas que se repiten de manera sistemática. Las consecuencias del período de represión se materializan en la figura del padre, cuyo presente permanece aletargado, y que opta por recluirse tras la verja de su casa, censura sus recuerdos.

La película sostiene que la dictadura consiguió su propósito (imponer el miedo, extinguir las preguntas), aunque ese nefasto resultado no puede ser definitivo. El director reivindica la memoria mediante un uso expresivo e ingenioso de la música diegética, pero sobre todo apelando al cine. Hacia el final del film, escuchamos la siguiente frase referida al proyector que muestra las imágenes del hermano asesinado: “Esta máquina resiste al tiempo”. Además, el papel del anciano está interpretado por Carlos Reichenbach, quien desde aquella industria caótica y precaria que fue Boca do Lixo realizó genialidades transgresoras como Lilian M. (1975) y O Império do Desejo (1981). El homenaje tomó una dimensión todavía más amplia con la muerte de Reichenbach poco después de la finalización del rodaje.

Aunque Avanti popolo tiene un componente nostálgico notable, se trata ante todo de una obra inconformista orientada al futuro. En ese sentido, Wahrmann (nacido en Uruguay, criado en Israel y establecido en São Paulo desde 2004) puede englobarse en la tendencia cada vez más numerosa y estimulante del cine alternativo brasileño actual (formada por Affonso Uchôa, Adirley Queirós, Luiz y Ricardo Pretti, entre muchos otros) que tiene el revisionismo y el impulso de una conciencia racial y de clase como bases de su discurso.

Como su título indica, Avanti popolo funciona a modo de himno: un sutil lamento sobre el trauma de la dictadura que se transforma en un enérgico alegato contra la amnesia.