Àngel Quintana.
En el ámbito de la cultura existe el deseo de trasladar modelos, personajes y conductas considerados como elementos de una determinada élite hacia la popularización mediática. Hoy nadie pone en duda que los grandes cocineros y los grandes modistos son capaces de generar cultura. El problema reside en observar cómo esta posición ha servido para generar nuevos gurús mediáticos. El mito del diseñador Yves Saint Laurent ha convertido a éste, gracias a dos películas, en el Andy Warhol de la cultura francesa de los años sesenta.
Bertrand Bonello en Saint Laurent, vista en el reciente festival de Cannes, utiliza el personaje para llevar a cabo una reflexión sobre el decadentismo y sus grietas, mientras que la biografía de Jalil Lespert Yves Saint Laurent no hace más que mitificar desde una posición hagiográfica la trayectoria del personaje. Lespert arranca la película en el momento en que un joven nacido en Argelia es contratado por Christian Dior, para mostrarnos como este joven revolucionará la moda mientras su personalidad atravesará los tumultuosos años sesenta. La relación amorosa con Pierre Bergé –gerente de la marca– y sus devaneos sexuales sirven de pretexto para una película que se queda en la antesala del camino explorado por Bonello. Los personajes carecen de psicología, la recreación del universo que envuelve la alta costura es poco crítica y la película no explora los trastornos de un hombre que lo tuvo todo y no supo cómo mantenerlo.
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