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Lourdes Monterrubio.

Al igual que ocurriera con la exitosa The Artist (2011), de Michel Hazanavicius, la ópera prima de Régis Roinsard, Populaire, se construye a modo de entusiasta recreación cuyo crucial referente no es histórico, la Francia de finales de los años cincuenta, sino cinematográfico, la comedia americana de esa misma década. De la cinefilia compartida por los diferentes responsables del film resulta una comedia romántica obsesionada por las referencias estéticas del cine que reverencia. Mediante su original argumento evoca las comedias de Billy Wilder o Howard Hawks y se apropia, con acierto, del espíritu de los musicales de Stanley Donen o Bob Fosse. Así, sus protagonistas son una suerte de proyecciones metadiscursivas de actores como Audrey Hepburn, Jack Lemmon o Gene Kelly.

Rose Pamphyle es una joven de provincias que desea obtener un puesto de secretaria en la ciudad y lograr así ser una ‘mujer moderna’. Su jefe, Louis Échard, descubre en ella una potencial campeona del mundo de la mecanografía para convertirse en su mentor-entrenador y, por supuesto, enamorarse mutuamente. Un argumento, como decíamos, que rinde tributo a la historia de la comedia clásica americana. La emancipación de la mujer, los traumas de la posguerra o la obsesión tecnológica son los hilos con los que se teje la trama, pero en modo alguno su interés principal. En palabras de su director de fotografía, Guillaume Schiffman (The Artist): “Hablamos sobre nuestras emociones y sobre el placer de ser fans del cine”. Un placer en gran medida factible gracias a sus actores protagonistas, Déborah François y Romain Duris, muy por encima de un relato previsible y en exceso reiterativo.