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La temporalidad es un factor determinante en el último trabajo de Laida Lertxundi, una cineasta que confiesa su interés por este arte del tiempo. Construida a partir de múltiples fragmentos filmados durante su estancia en Los Ángeles, Autoficción es, esencialmente, una sucesión de estampas visuales y sonoras que nace de la experimentación y del tanteo (entre el juego y la reflexión), desde una perspectiva muy personal. La llegada de la era Trump, visible en las manifestaciones civiles y pancartas pertenecientes a la campaña electoral, supone un cambio, una drástica ruptura que afecta directamente al entorno y a los cuerpos que los ocupan. Lertxundi se encarga de mostrar esa posición de vulnerabilidad de los sujetos a partir de la imagen de varias mujeres inmóviles que son arrastradas por la calzada. La escena, desconcertante y violenta por sus connotaciones, precede a otro de los momentos más contundentes del cortometraje: los testimonios de varias mujeres compartiendo su situación vital. La cineasta crea ante la cámara un espacio de confianza que propicia el intercambio de preocupaciones, y que entroncan directamente con la idea del cuerpo.

La libertad con que Lertxundi mueve la cámara, y con la que coreografía las distintas escenas (sin renunciar jamás al encuadre como acto político), es la misma por la que clama la sociedad que retrata. El resultado es una orgánica sucesión de secuencias donde la ventana ocupa un lugar privilegiado dentro del plano para mostrar no solo lo que hay tras los cristales, sino también la imagen que queda reflejada sobre ellos. Una superposición de las innumerables capas que configuran la realidad y los distintos tiempos que alberga el conjunto de todas ellas.