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La joven Yuliana se ha quedado embarazada en uno de tantos países en los que el aborto no es una opción ni legal ni segura. El encuentro con Luisa, que decide acompañarla hasta el momento del parto, abre la posibilidad de otras alternativas, tratando de evitar todo lo que sucederá cuando la madre de la joven tenga noticia de lo sucedido. La película comienza con una larga secuencia en la que Luisa habla en su clase sobre lo efímero, la belleza de los andamios de las casas en construcción y la de las cosas a medias, las cosas ‘en camino’. Desde este inicio se puede ver la impecable realización del largometraje de Paz Fábrega. Todo está en su lugar, la luz es la adecuada y la selección de colores perfecta. Y esta belleza, tan difícil de encontrar, parece conseguida sin esfuerzo y es mostrada de manera tan natural como las interpretaciones de las dos protagonistas. La cámara se pasea por sus vidas con la dulzura del tacto de una cortina blanca mecida por el viento. Sin celebrar juicios y evitando profundizar en las razones que justifican la elección de una opción u otra, el film plantea las diferentes alternativas y muestra solo de manera fugaz las consecuencias de la elegida. Quizá cabría esperar algo más de posicionamiento al respecto, que se escabulle rápidamente cada vez que asoma. De lo efímero, de la identidad y de las capas que tapan el verdadero interior habla la directora costarricense. Y de la vida, que es una de esas cosas que siempre está en camino. ELSA TÉBAR

Tercer relato sobre el alumbramiento juvenil en el festival (lo cual hace pensar sobre el sentir general de una sociedad en plena crisis medioambiental), Aurora es un film especial porque concibe un estudio de personajes, una joven embarazada y una adulta que decide ayudarla, tratando de huir de las herramientas tradicionales que ayudan a construirlos. Esta renuncia a los arquetipos, este juego sutil con las elipsis, este manejo singular del tiempo, esta querencia por los instantes muertos del relato y este respeto por el espacio íntimo de ambas ayuda a generar una inusual tridimensionalidad en ambas protagonistas, les dota de una autenticidad sorprendente. El film respira y discurre a través de la luz. Por la sensación que desprende se diría un documental, por el estilo invisible con el que está filmado se diría una clase magistral de dirección cinematográfica. Habrá que regresar a ella para poder desentrañar el milagro. Es tal la naturalidad que pareciera que nada avanza, que nada pasa, cuando en realidad sucede el mundo mismo en toda su complejidad inabarcable e invisible a través del relato. En un estimable intento por escapar de los lugares comunes del drama y acercarse al vaivén anodino de la vida real, Paz Fábrega ha compuesto un cine de engañosa sobriedad que pende de un fino equilibrio, un ejercicio cinematográfico pleno de autenticidad. JONAY ARMAS