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Junto a Trenque Lauquen, de Laura Citarella, y Los delincuentes, de Rodrigo Moreno, a las que dedicamos en 2023 una atención especial en el momento de su estreno, se suman ahora dos películas argentinas más, Eureka, de Lisandro Alonso, y Clorindo Testa, de Mariano Llinás (la primera de estreno en cines comerciales y la segunda en circuito de filmotecas y salas alternativas desde el mes pasado), entre las que es posible hilar toda una serie de asuntos comunes que nos permiten hoy establecer, a su vez, un diálogo abierto con el inquietante y agitado contexto político de aquel país. Todas ellas fueron concebidas y rodadas antes de la llegada de Milei al gobierno y, sin embargo, abren un debate indirecto sobre el futuro del cine argentino que parte de un concepto, quizás muy general, pero sin duda inevitable y en cualquier caso revelador, como es el de la transformación. La mutación, ya sea esta física y literal, o más abstracta, pasa en estos filmes a través de los personajes, pero también de los espacios y los paisajes, del relato y del juego con los distintos géneros cinematográficos, y sobre todo, pasa a través de la descomposición de las propias películas en múltiples direcciones. Además, los diversos –y en muchos casos sucesivos– protagonistas de las cuatro cintas, dominados a su vez por un misterio que no termina de resolverse o, al menos, nunca de manera evidente, se relacionan con una idea de la desorientación, de la deriva errática, la exploración del vacío y las ausencias o incluso de la desolación, que conduce en todos los casos a un insólito territorio. Un terreno en el que lo poético alcanza, precisamente, su máxima potencia: la de amplificar nuestra conexión con un discurso libre, ampliar imaginarios y permitir relacionarnos con otros modos de mirar el mundo, pero también, y sobre todo, la de proponer nuevos y estimulantes recursos lingüísticos para todo ello.

“El misterio es apagar la lógica”, decía Citarella en la entrevista que nos concedió hace exactamente un año. Y quizá sea este otro camino posible para enlazar con la actualidad política de Argentina. La película de Citarella, como las de Moreno, Alonso y Llinás, conecta efectivamente con lo insondable como única certeza, con lo paradójico, lo irrepresentable, aquello que no se resigna a la estabilidad ni se deja atrapar, que escapa explícitamente de la ambición y la codicia y que puede ser, de pronto, el espacio propicio, precisamente, para una transgresión necesaria. Y “puede que sea eso lo que más teme el poder actual en aquel país: una escritura que no sea capaz de entender y controlar”, tal y como afirma Carlos Losilla en las páginas de este número de la revista.

Hace dos meses Cahiers du cinéma se preguntaba en portada: “¿Hacia dónde va Argentina?”. Hoy, desde Caimán CdC recuperamos la pregunta para encontrar también otras respuestas, de carácter quizá más industrial, en la experiencia, por ejemplo, del rodaje de Las corrientes, la nueva película de Milagros Mumenthaler, que nos cuenta en primera persona su productora, Rosa Martínez Rivero. Trabajaron de hecho bajo el impacto de la ‘reducción drástica’ (por usar los términos del propio gobierno de Milei) de la financiación del INCAA, pero también en medio de la ‘batalla cultural’ de un ejecutivo liderado por Carlos Pirovano como presidente del Instituto que, tal y como afirmó Ingrid Urrutia (delegada general de la Junta Interna de Delegades de ATE INCAA), en un comunicado hecho público en las concentraciones frente al cine Gaumont el pasado mes de marzo, “mientras le quita la comida a los comedores populares y congela las jubilaciones, dice que los festivales de cine le sacan los medicamentos a los jubilados y son culpables del hambre de las niñeces”. Es Mariano Llinás, en la entrevista que aquí publicamos, quien ofrece entonces una posición posible. Para los de El Pampero, la subversión pasa en este caso por no dejar de rodar nunca “y demostrarle a esta gente que no podrá con nosotros”. Cuando en el ejercicio de la política la cultura se convierte en el enemigo, quizá sea el momento de pensar en la acción poética (y la cinematográfica como parte de ella) como brazo armado de la lucha; y esto ya lo predijo Rodrigo Moreno cuando hablamos con él el pasado mes de noviembre.

Jara Yáñez