A Human Position es un auténtico ejercicio de puesta en escena. En ella Anders Emblem ofrece la vida cotidiana y la intimidad de dos chicas en una Noruega que parece desconectada de sus habitantes. Los planos huyen de la simetría, como si algo no fuese bien, pero al mismo tiempo están profundamente construidos, preocupados por una perfección estética que parece esconder algo en su fondo. Las niñas apenas hablan, la cámara registra sus tiempos muertos, sus momentos de descanso, su deambular por la ciudad volviendo a casa, la vida de una juventud que ha convertido su valioso tiempo en una espera interminable. Filmar un estado de ánimo. Una de las chicas debe investigar la deportación forzada de un refugiado para un artículo de su trabajo y entonces la película se transforma, de manera inesperada, en un improbable relato detectivesco, como si el film intentase vaciarse de los elementos de todo género que intenta absorber el relato y llevarlo a su terreno. En esa férrea convicción por huir de todo convencionalismo hay algo magnético y hermoso, tanto como en la hipnótica insistencia por la repetición con variaciones, por repetir espacio y encuadre pero trabajando con mínimos detalles que son diferentes en cada nueva aproximación. En su contención y admirable tesón por mostrarse vulnerables, el trabajo de las dos actrices es a la vez tan discreto como conmovedor. Una película de personajes sin serlo, una película de detectives que nos niega su propia trama, un relato de Noruega que no impone su discurso. En su aparente sencillez y su deliberada construcción aletargada, A Human Position ofrece profundas recompensas. Si bien su pausada forma de acercarse al mundo de las jóvenes puede constituir un verdadero desafío de contemplación, el valioso ejercicio de Emblem ha quedado traducido en una película a la que volver.

Jonay Armas

Dos grandes temas, por lo menos, parecen recorrer este segundo largometraje de Anders Emblem. Por un lado, estaríamos ante un relato sobre la depresión, encarnada en la figura triste de una joven que recorre los espacios de su casa, y de su ciudad, sin mostrar demasiado interés ni siquiera por la chica que convive con ella. Por otro, se trataría de una metáfora sobre Noruega, materializada en la peripecia ausente del inmigrante desaparecido que se convierte en la mayor obsesión de la protagonista, periodista que investiga el caso para el diario de la pequeña localidad de Alesund en el que trabaja, a la sazón ciudad natal del director. Sin embargo, nada hace pensar –puesta en escena mediante– que estos dos apuntes sean más importantes que otros que recorren el film y que a veces apenas se dan a ver: todo es fragmentario y huidizo en esta película delicada y sensible. En el plano inaugural, una vista de la ciudad la muestra apacible y tranquila, bañada por la luz eterna del sol de medianoche, hasta que la figura de Asta irrumpe plácidamente por la parte inferior del encuadre. Estamos, pues, ante un film sobre la vida como algo que se desplaza en el espacio y lo modifica, y este sí es uno de los grandes temas del cine por excelencia.

En efecto, A Human Position intenta explorar lo que su título evoca: ¿cómo adoptar una posición, una postura ante el mundo que resulte “humana”, que no deje aparte ni nuestro cuerpo ni nuestro punto de vista? En lugar de recurrir a grandes discursos, o a situar esa cuestión en el centro del film, Emblem prefiere pequeños apuntes cotidianos insertos en encuadres a su vez traspasados por entramados de líneas que se van cruzando. Los tejados de la ciudad se superponen así a las paredes de la casa, e incluso al diseño de algunas sillas que aparecen aquí y allá (la novia de Asta es restauradora), para crear un laberinto espacial que en realidad es más fácil de transitar de lo que parece. Se trata solo de encontrar un lugar en el que sentirse cómodo, como hace el gato de la pareja, de la misma manera que la cámara también debe hallar la posición correcta. Y en esa búsqueda, Emblem logra un cuento de iniciación encubierto cuyo minimalismo podría recordar a Ozu, entre otros, pero que en realidad se halla igualmente en búsqueda constante, en su caso de un estilo. No cabe mayor honradez por parte de un cineasta, ni mayor respeto por sus criaturas, todo ello refrendado por un par de actrices prodigiosas. Y cuando una canción o una serie de miradas revelan la densidad de los sentimientos sin necesidad de subrayarlos, entonces sabemos que en realidad se trataba de una historia de amor, y que ahí culmina todo, o todo queda resumido. En cualquier caso, estamos ante una de las mejores películas, por ahora, de la sección Zabaltegi Tabakalera.

Carlos Losilla