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Si hay algo que no se le puede negar al cine de Frederick Wiseman es coherencia y minuciosidad en el método. Sus documentales, casi siempre muy largos e igualmente profusos, investigan cada detalle, ilustran cada rincón de su objeto de estudio –sea una biblioteca o un museo–, rastrean la totalidad del territorio que se le ofrece a la vista con vocación entomológica. Y se despliegan con parsimonia, sin prisa, buscando más una puesta en duda permanente que extraer conclusiones más o menos concretas. Por eso resulta desconcertante que cuando se aparta un poco de este camino, como en A Couple, cambie no solo de procedimiento, sino también de objetivo: aquí se trata de situar la cámara delante de una actriz y dejar que recite, convenientemente modificadas, las cartas que Sophia Tolstoi le escribió a su marido, el insigne autor de Ana Karenina, mezcladas con fragmentos del diario de este, para que quede en evidencia el carácter endiablado e insoportable de él y el sometimiento de ella durante muchos años de matrimonio espolvoreados por el nacimiento de trece hijos.

En principio, parecería que Wiseman quiere emular el método de Straub & Huillet: rodaje en plena naturaleza, atención por la voz, rotunda negativa a la recreación dramática. Pero nada más lejos de la realidad: A Couple se pregunta cómo filmar la palabra, sin duda, pero lo hace desde una interpretación (la de Nathalie Boutefeu, también coguionista) que no desdeña el matiz, la pausa, el énfasis. Y en lugar de intentar la restitución de una materialidad, se decanta por transmitir un mensaje, ilustrar un discurso. En otras palabras, le importa más la opresión de Sophia, presentada aquí como escritora frustrada por culpa de su marido –entre otras cosas–, que el contenido literario de las cartas, escupidas con evidente rabia en medio de un paisaje idílico. Eso puede que resulte en una cierta arbitrariedad en la puesta en escena, incluso en ausencia de complejidad a la hora de abordar sus materiales de partida, como si allí solo contara el reproche. Pero es que Wiseman, en el fondo, no ha renunciado del todo a su método: lo mejor de A Couple es su condición oblicuamente documental y cómo la utiliza, es decir, el modo en que la cámara y el montaje se acercan a un cuerpo y un paisaje atomizándolos y acosándolos, extrayendo de ellos no una totalidad sino un puzle inevitablemente incompleto que la mirada de la audiencia debe terminar de construir. Una película tan insuficiente como –a su manera— fascinante y enigmática.