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Estamos en Mashhad, lugar santo de Irán, donde un asesino en serie se está cebando en las prostitutas del centro urbano con el fin –tal como le cuenta a un periodista local— de librar a la ciudad de esas almas corruptas. En medio de este clima llega una periodista empeñada en resolver el caso. Y, para terminar, todo se precipitará cuando los crímenes vayan en aumento y la policía no parezca demasiado interesada en la cuestión… La trama, pues, sigue el esquema del thriller más adocenado, aunque sea en un contexto poco frecuentado por el género y en la recreación de un caso real, sensación que no desaparece al examinar la puesta en escena, funcional y más bien dada a la velocidad y los planos cortos. Todo se limita a ilustrar la que parece ser la tesis principal del film: el asunto no puede reducirse a la existencia de un psicópata veterano de guerra, fanático del islam y entregado a su guerra santa particular, sino que se extiende a un sistema fundado en el machismo como forma de vida, donde todos y todas son culpables aunque sea por omisión. Y esa dialéctica entre la simpleza del continente y la literalidad del contenido da como resultado una película no solo plana y evidente, sino, sobre todo, muy poco honesta con sus personajes y con su audiencia, llena de trampas y efectismos.

Ali Abbasi –ya lo sabemos por Border, su película anterior— no es un director precisamente sutil, ni tampoco sabe aprovechar el trazo grueso para crear estéticas alternativas. En Holy Spider, desde el principio sabemos que todo se va a desarrollar a partir de un montaje paralelo cuyas partes confluirán en un momento determinado para estallar e iluminarse mutuamente. Pero es que además ese automatismo expresivo le lleva a tratamientos aún más dudosos. Su intención es utilizar el género para explorar el trasfondo del radicalismo islámico desde dentro, describir un cuerpo social podrido hasta la raíz cuyas víctimas propiciatorias son las mujeres. De manera contradictoria con este respetable parti pris, sin embargo, convierte frecuentemente su material en puro espectáculo, filma los asesinatos con evidente delectación aunque sea para condenarlos, y consigue que el conjunto, finalmente, bordee el sensacionalismo narrativo y discursivo, algo que se acentúa incluso cuando terminan los crímenes para que empiece una parte del film todavía más sospechosamente didáctica. Holy Spider es de esas películas que logran efectos diametralmente opuestos a los que se proponen, y no precisamente para bien.