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Àngel Quintana.

transeuntes

En su teoría de los intervalos, Dziga Vertov decía que si se ponían en contacto dos imágenes alejadas podían provocar una reacción al espectador gracias a la interrupción –el shock– o a la parada temporal o material que suponía el corte. Vertov ponía en correlación las imágenes yuxtapuestas para encontrar una distancia que diera sentido a la película. Estas cortas digresiones sobre el montaje pueden ayudarnos a comprender Transeúntes de Luis Aller en la que en poco más de cien minutos existen cerca de seis mil cortes de montaje. No nos hallamos ni ante un videoclip, ni ante un ejercicio de aceleración perceptiva sino ante un estimulante trabajo experimental que, mediante los intervalos, crea la compleja sinfonía de una Barcelona del pasado que quiere proyectarse al presente.

Transeúntes surgió en 1993, después de la Barcelona de Cobi. La euforia colectiva provocada por los juegos olímpicos se había calmado y empezaba un tiempo de crisis política y económica que erosionó el tejido social. Luis Aller había debutado con una sorprendente película godardiana titulada Barcelona lament y empezó a rodar Transeúntes desde los márgenes del sistema. Su opción era la de contar diferentes historias individuales sobre seres a la deriva que buscaban su propios sueños en un entorno que parecía negar toda utopía. El rodaje tuvo interrupciones, el guion se fue reescribiendo, surgieron nuevas situaciones y nuevas historias posibles. Transeúntes se gestó durante 23 años, generando múltiples expectativas. Luis Aller dio forma a un montaje complejo y creó una experiencia audiovisual desconcertante que mezcla texturas, materiales y estilos para convertirse en documento sobre un cine que ya no existe. Los actores son como fantasmas de otro tiempo, sus interpretaciones remiten a un tiempo anterior a la digitalización y a la mutación del cine. Sin embargo, el montaje sacude al espectador, sublima las imágenes del pasado y abre puertas al futuro. El resultado es extraño. Desconcierta, pero la verdad es que no deja indiferente.