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“Be careful out there”, tengan cuidado ahí fuera. Es el mantra que se repite una y otra vez a lo largo del corto del mismo nombre firmado por Alberto Gracia. Una oración casi religiosa, que cuida de los peligros que pueden sucederse fuera de un desguace, en un páramo apocalíptico autóctono. Una suerte de Mad Max de provincias, falto de cualquier tipo de contexto o puesta en común. Tan salvaje en su realización como en su desarrollo de una premisa prácticamente inexistente.

Con una estética trash, de VHS retro, amateur, veloz y eficiente, Tengan cuidado ahí fuera construye un ecosistema visual desagradable, polvoriento, analógico. Se amolda a un escenario que se antoja deshabitado y vetusto, pero siempre familiar. Es una historia que roza lo dieselpunk, pero que casi se acerca más a la mitología de los canales de televisión provinciales. Al vídeo de baja calidad, a los anuncios radiofónicos de concesionarios o de nuevos modelos de coche. De todo esto, García crea una idea salvaje y mística, con figuras como conductores temerarios o mecánicos que destrozan coches a golpe de hacha.

Esa imagen de vídeo casero que no tiene reparos en colarse en la propia puesta en escena desdibuja la línea entre lo ya conocido y lo magnífico. La cámara se puede reflejar en una luna de un coche, pero la ilusión no se rompe. Se subraya esta atmósfera de ‘baúl de los recuerdos’ con elementos referenciales, fácilmente señalables y totalmente intencionados. Como un llavero de E.T. el extraterrestre, una televisión con forma de un célebre coche de carreras animado, o incluso un ordenador antiguo con un sistema operativo más bien en desuso.

Tengan cuidado ahí fuera es un corto que se pierde en la frontera entre la ciencia ficción y el reportaje artesanal, acercándose con cautela al falso documental, pero con el descaro suficiente para abrazar casi por completo su premisa pulp. En definitiva, es una película más parecida, por su forma y su intención, a la austera marcianada que es Sueñan los androides, de Ion de Sosa. La ciencia ficción fuera de una ambientación convencional para el género. Ernesto Delgado