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Entre la plasmación de la realidad y la representación de lo ficcional, a partir de una puesta en escena ambigua y ambivalente, Feathers, la cinta dirigida por Omar El Zohairy deriva hacia una suerte de sátira sobre el concepto de familia heteropatriarcal y toques perpendiculares de realismo mágico, donde, a partir del uso del plano estático y la ausencia de movimientos de cámara, le sirve a la cinta para magnificar dos elementos: los ya de por si opresivos escenarios, filmados con escasa profundidad de campo, que sumado al uso del mencionado plano fijo, aportan una extrañeza a un trabajo que sabe oscilar sin caer entre el realismo y la comedia del absurdo con gran pericia.

Todo ello a partir de una atmósfera fantasmagórica e irreal, casi un cruce entre los universos de Federico Fellini y el duo conformado por Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, que le sirve a Feathers para entregar un inhóspito y gélido relato sobre la vida de una ama de casa abandonada a su suerte, a partir de la transformación de su marido y patriarca de la familia en un pollo, dentro de una sociedad machista hostil, donde la aparición de lo absurdo sirve como acicate e hipermagnificación de la realidad. Una concesión al fantastique con toques de realismo mágico -la mencionada transformación accidental del patriarca de la familia en un pollo- que le sirve a la película para entregar un descarnado retrato sobre la indefensión y la frustración y que a partir del absurdo de los acontecimientos, le sirve a la cinta, más como lente de aumento, que de espejo deformante de una lamentable realidad.