Print Friendly, PDF & Email

Ruben de la Prida.

“Si estuviéramos solos, el dolor sería más profundo, y el miedo sería más fuerte” (Mother, 2016)

Si bien la soledad es en ocasiones necesaria, sana, el aislamiento ya no lo es tanto. Esa situación en la que el ser humano construye una muralla a su alrededor lo impregna a él y a su entorno de un contagioso dolor. En tal circunstancia, en la que una persona se vuelve una especie de isla inalcanzable en mitad de un río, hace falta alguien que le tienda un puente. Como el responsable del centro de ayuda a jóvenes con problemas de dependencia del que están sacadas las imágenes de no ficción de este film. O como una madre.

Más de un lustro después de Father (Oca, 2010), en la que Škafar analizaba el vínculo entre un padre y su hijo, el realizador esloveno completa el díptico con Mother (Mama, 2016), la historia de la relación entre una madre y su hija, encerrada en sí misma por alguna razón desconocida, y el empeño de la primera para hacer que la segunda conecte de nuevo con el mundo. Para ello, Škafar nos lleva de la mano en una progresión del abatimiento a la esperanza valiéndose de dos dimensiones narrativas: la poética, caracterizada por el uso de planos largos, bellísimos, que retratan emociones, y la documental, que recoge testimonios de varios de los jóvenes internados en el centro. La madre (fascinante Nataša Tič Ralijan) sirve como nexo entre ambas partes, que se entrelazan sin estridencias. La película nos lleva a acompañarla, del mismo modo que ella hace con su hija, identificándonos con ella, dejándonos entrever su arduo proceso interior.

Al film de Škafar, estrenado el pasado febrero en Rotterdam, se le puede achacar el no saber mantener el ritmo en algunos pasajes, y acaso le hubieran sentando bien algunos minutos menos de metraje en algunas secuencias. Pero es un buen botón de muestra de un cine capaz de transmitir intimidad y de sembrar esperanza. Un cine que rezuma humanidad.