El tercer largometraje del portugués Paulo Carneiro se abre casi como un cuento: “Érase una vez…” un pueblo aislado del norte de Portugal, Covas do Barroso, que lleva más de diez luchando contra la que es la mina abierta de litio más grande de Europa. Su día a día ha sido sacrificado para explotar salvajemente unos recursos que buscan recuperar con el única arma que tienen: la lucha colectiva. Y el film de Carneiro, en una sugerente combinación entre registro documental y elementos ficcionados, forma parte de esta lucha desde un territorio totalmente alejado de lo panfletario. Savanna and the Mountain empieza con un canto (las canciones son un elemento esencial en el film) que anuncia la hora de la lucha para, a continuación, sumergirse en la vida en el pueblo en una estructura que va marcando el paso de las estaciones (del otoño al verano) mientras se detiene en el paisaje, los animales, los habitantes y sus distintas actividades: recolectar la miel, preparar los chorizos, celebrar las fiestas tradicionales o cuidar a los caballos, que al inicio del film están nerviosos y asustados como primer anuncio del desastre (la historia va narrando más o menos cronológicamente todo el proceso).
En el film de Carneiro “ningún enemigo fue filmado”, como se afirma en un subtítulo al final. Porque el enemigo, esos burócratas internacionales que no han estado nunca en Covas do Barroso, es invisible. Cuentan los habitantes del pueblo que llegaron un día para abrir la mina sin aviso previo ninguno. En el film solo vemos un par de camiones negros avanzando por las carreteras y un plano de sus enormes ruedas, tomado desde el suelo, mientras atraviesan el pueblo, en un trabajo conceptual con las imágenes que, en este caso, dan idea de la desmesura del poder frente al pueblo. Aparecen también en un momento los que han sido contratados para trabajar en la mina, pero estos son simplemente obreros que viven además en los pueblos de al lado y simplemente introducen un elemento más de controversia. Pero la decisión de Carneiro de centrarse en la gente del pueblo no solo busca reivindicar su modo de vida y sus tradiciones, sino también recuperar la valiosa fuerza que su concepción de la vida y la lucha común conlleva.
Jara Yáñez