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La primera proyección de cortometrajes incluyó Simone est partie (Mathilde Cavanne), un film homenaje a los abuelos de la autora, que juega con la relación intergeneracional al colocar como intérpretes de los ancianos a actrices y actores estudiantes de la Escuela de Artes Dramático de París. Se escuchan también algunos fragmentos de voz en off en los que el abuelo de la cineasta reflexiona sobre la vejez. Mientras, el corto imagina situaciones cotidianas en las que se pone de relieve la soledad, la enfermedad y el miedo a la pérdida. Después, The Windshield Wipper (Alberto Mielgo) se pregunta “¿Qué es el amor?” para desplegar un caleidoscopio animado de historias cruzadas, a través de las que seguir lanzando preguntas más que dar respuestas mientras la animación es capaz de sublimar lo individual y conducir a lo universal.

Pero destacó, junto a Train Again (Peter Tscherkassky – ver texto crítico de Jaime Pena), el único film en Cannes rodado en 35 mm y que a su vez es un gran homenaje al formato y a la historia del cine, Sycorax, el trabajo de Lois Patiño y Matías Piñeiro que funde, reelabora y lleva más allá, el estilo y los intereses fílmicos de cada uno de los dos autores (el más paisajístico y silencioso de Patiño con el más discursivo y teatral de Piñeiro) a partir de la relectura del personaje de Sycorax, salido de La tempestad de William Shakespeare. Un plano secuencia coreografiado, que fluye como una danza, sirve de presentación de los personajes, mientras la cámara va enfocando la materia física y sensible del poder expresivo de sus rostros. Después, tras la secuencia del casting, en busca de la actriz que ponga rostro al personaje de Sycorax (de nuevo el acto creativo que se pone en escena) le sucede todo un segmento ensoñado, en busca del árbol donde está escondido Calibán, en el que la naturaleza, el tempo y la búsqueda de los encuadres justos introducen una nueva capa de significado a la pieza.

Jara Yáñez