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Tras salir de una relación traumática, Maja Borg se refugia en el BDSM para ahondar en unos rituales con los que ya está mínimamente familiarizada. En este ejercicio que busca tanto el autoconocimiento como la sanación, le directore nacide en Suecia, encuentra iluminadores paralelismos entre esta disciplina erótica y el cristianismo, religión a la que llega por herencia familiar pero que no practica. Nos enfrentamos, pues, a una película terapéutica en la que le cineaste busca comprenderse a sí misme, recuperar cierto grado de intimidad y establecer una serie de límites que reaviven su sentido de pertenencia. Borg se entrega en cuerpo y alma al dibujo de las líneas relacionales que unen credo y placer y lo hace encabalgando largas conversaciones con una sacerdote y las sesiones y testimonios de distintes practicantes del BDSM, residentes en Estocolmo, Berlín y Barcelona. No se trata, sin embargo, de señalar únicamente las concomitancias litúrgicas o incluso de orden metafísico entre ambas, sino de reflexionar sobre asuntos como el consentimiento y la creación de espacios de seguridad en los que las fronteras de la violencia están claramente delimitadas, algo que no siempre sucede en el entorno laboral o en el seno de las relaciones de pareja.

Passion oscila entre el documental biográfico en crudo -en el que le artiste se expone abiertamente y sin guardarse apenas nada- y el exorcismo fílmico mediante el cual Maja Borg intenta explicarse al tiempo que muestra la construcción de una comunidad que se sustenta en la cristalina delimitación del alcance de unos roles de poder (y de dominación) que jamás pueden ser excedidos. Para quien esto firma, el filme tiene serios problemas para superar su ingenioso planteamiento y aunque Borg filma con pudorosa distancia, la mezcla de texturas (del granuloso blanco y negro a las imágenes viradas) se nos presenta como sinónimo de la confusión didáctica que preside una propuesta a la que le cuesta, paradójicamente, hacerse entender.

Nota aclaratoria: a petición de le directore, que se identifica como no binaria, en el texto se emplean palabras de género neutro o el uso de la “e”.