Casi una cara b o perfecta sesión doble con otro de los títulos pertenecientes a la sección Nuevas Olas Ficción, Europa, Flee nos cuenta, a partir de un ejercicio de animación e imágenes de archivo, la odisea en primera persona -casi sesión terapéutica- de su protagonista, Amin, refugiado afgano. Una animación heredera perpendicular, temática y formalmente, con Vals con Bashir de Ari Foldman y su uso de la rotoscopia, que le permite estilizar una realidad contrastada con imágenes de archivo procedentes de lo real y, aún más importante, ocultar la identidad y el rostro de su protagonista, dando como resultado una obra tan necesaria sociológicamente, pero que formal y artísticamente entrega resultados irregulares.
Porque Jonas Poher Rasmussen oscila, en su uso del lenguaje y las formas animadas, entre una abstracción de la misma, haciendo uso de las manchas monocromáticas y el trazo desgarrado, que da lugar a los mejores momentos de la cinta, tanto en su cualidad expresiva, como también como metáfora de lo personal a lo colectivo, cuando el rostro de su protagonista queda difuminado en un mar de líneas y trazos indescriptibles. Un hombre sin rostro que representa a cientos de miles. Pero la otra cara de esa animación, aquella que se mira en la línea clara de la bande desinée francesa y apoyada en una puesta en escena tan funcional como falta de riesgo, acaba provocando que la cinta y el desgarrador relato que narra, pierda la fuerza del relato oral, por culpa de unas imágenes que, casi como si fuera uno de esos álbumes ilustrados dirigidos a audiencias infantiles, acabe mostrando, de manera casi funcionarial y sin la fuerza y la potencia los hechos representados.