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Es curioso que, antes de la proyección de Mutzenbacher, los azares de programación de la sección Zabaltegi-Tabakalera nos depararan el encuentro con Nowhere To Go But Everywhere, el corto de Erik Shirai y Masako Tsumura que recrea los tsunamis que devastaron la costa japonesa en 2011 a través de una voz narrativa que busca a una mujer desaparecida. Pues la palabra es también el centro alrededor del cual gira el último trabajo de Ruth Beckerman, veterana documentalista austríaca que aquí se acerca a un libro, Historia de una prostituta vienesa, que en principio es la autobiografía de Josefine Mutzenbacher –profesional del sexo de principios del siglo XIX– centrada en sus años más jóvenes –infantiles, de hecho– y escrita en clave abiertamente pornográfica. Desde el convencimiento de que el texto fue escrito por un hombre, Beckerman construye un dispositivo ciertamente singular: con la excusa de una posible película que adapte el libro, convoca un casting que a su vez reúne a una multitud de varones, jóvenes y no tan jóvenes, algunos de los cuales se sientan ante la cámara para leer en voz alta fragmentos de la supuesta ‘autobiografía’ o simplemente explicar sus sentimientos ante diversas cuestiones relacionadas con el sexo.

Un sofá de la época preside la escena, localizada en un viejo almacén, atrezo y decorado que exhalan ya una rara sensación de desajuste. Y, en efecto, la extrañeza y la incomodidad son el punto de partida desde el que Beckerman aborda su proyecto, que puede verse como una película pero también como una performance. Se trata de figuras de estilo muy del gusto de la cultura vienesa, sobre todo desde que Freud les dio carta de naturaleza con su noción de Unheimlich (lo siniestro), que como saben no se refiere únicamente al miedo y el terror, sino a todo aquello que, siéndonos familiar, deviene perturbador por una u otra razón. Así, en Mutzenbacher vemos sentarse en el sofá a figuras masculinas que exponen su incomodidad ante el material que se les presenta, o que prefieren narrar anécdotas personales, o que se implican profundamente desde una interpretación personal del texto. El resultado es complejo, polivalente: sitúa un objeto cultural en un universo que ya no es el suyo, observa sus evoluciones y deja entrever que el deseo masculino no ha cambiado mucho desde entonces, aunque sí lo hayan hecho determinadas formas de vergüenza e inhibición. Y también que las mujeres, en medio de todo eso, quizá hayan ganado voz y presencia, pero siguen inevitablemente en la sombra, como la propia Beckerman, que solo puede dar indicaciones desde un significativo espacio en off.

Carlos Losilla