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Léa Fehner construye un drama médico a partir de un punto de entrada clásico: para introducir al espectador a la obstetricia-ginecología, utiliza la incorporación a la vida laboral de dos matronas recién graduadas (Louise y Sophie) que deben aprender, en el frenético transcurrir de su vida laboral, la brutal realidad emocional y la precariedad con la que conviven sus compañeras de profesión. La nerviosa cámara en mano de Fehner, que tiende a evitar el exceso de suspense y la espectacularidad, sigue a las protagonistas (ambas estudiantes del Conservatorio Nacional de Arte Dramático de París, rodeadas de trabajadoras reales) por los estrechos pasillos del hospital como si fuera una coreografía de ballet mientras las jóvenes ponen a prueba su vocación y se enfrentan a los consejos y reprimendas de las veteranas. Louise, al inicio vacilante, consigue encontrar su lugar con mayor facilidad que Sophie, cuyo exceso de implicación emocional amenaza con desestabilizarla.

Aunque la ficción no termina de brillar con fuerza, la mirada detallista de Fehner, dotada de la inocencia de un niño que mira por primera vez, preocupado por conocer el porqué de las cosas, destaca en su deriva documentalista. Mientras lo ficcional queda en segundo plano, la directora entronca con un cine didáctico y asume el deber de informar con las imágenes, integrando elementos documentales (partos reales) y acompañando el lenguaje técnico de los personajes con una puesta en escena a veces funcional, pues privilegia siempre los elementos informativos. Las imágenes finales de la cinta, filmadas en manifestaciones reales, terminan de transformar Matronas en una película de combate. Cuando la experiencia física del trabajo atraviesa los cuerpos de las protagonistas, agotándolas física y emocionalmente, comprenden que la respuesta ante la precariedad no puede ser individual sino colectiva. Y todas van a la huelga con una consigna clara: una madre por matrona.

Yago de Torres