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Basada en un caso real sucedido en la ciudad iraní de Mashhad, la nueva película de Ali Abbasi se adentra en territorios harto conflictivos para la sociedad e incluso para el régimen de su país, puesto que pone delante de ambos un espejo nada complaciente y más bien inquietante: el que devuelve la imagen de una sociedad patriarcal, dispuesta a perdonar los crímenes de un asesino de dieciséis prostitutas con el argumento religioso de que sus acciones trataban de ‘limpiar’ la ciudad de ‘mujeres impuras’. Una sociedad y una opinión pública cuya presión sobre los oscuros vínculos que conectan al poder político con el policial y con el jurídico quedan al descubierto gracias, simultáneamente, a la investigación de una joven periodista de Teherán, que se desplaza a Mashhad para tratar de esclarecer el caso, y a los hilos de un guion demasiado ingenuo y simplista como para llegar a tener credibilidad, al menos en lo que atañe a la consentida presencia de los periodistas en las cárceles y a su libre acceso a todos los implicados. Protagonizada en paralelo por la periodista y, sobre todo, por el criminal que se hace llamar ‘spider killer’, la historia encuentra su mayor interés cuando el relato intenta proponer una cierta radiografía del monstruo que estrangula a sus víctimas, no tanto por la discutible puesta en escena de los asesinatos, como por la indagación en el comportamiento y en las pulsiones interiores del personaje, mientras que la figura de la periodista tiene mucho menos interés dramático.

Más allá de la indudable carga de profundidad que Holy Spider supone para los valores atávicos tradicionalistas y para el funcionamiento corrupto del régimen iraní (su valentía en ambos terrenos es indudable), la película no va mucho más allá, en términos formales y narrativos, de los moldes y los lugares comunes de muchos otros thrillers norteamericanos o británicos sobre serial killers. Uno tiene la inquietante sospecha, en el fondo, de que si esta producción no fuera iraní y no tuviera este componente ideológico de fondo (que es puramente temático), difícilmente habría accedido a la competición oficial del certamen, al menos en años anteriores.

Carlos F. Heredero

En 2017 la Semana de la Crítica de Cannes presentó una película de animación titulada Tehran Taboo en la que exploraba los bajos fondos de la capital de Irán y mostraba la existencia de un submundo oscuro. La película nunca se exhibió en Irán, como tampoco se exhibirá Holy Spider, producida fuera del país y articulada como una denuncia contra los efectos ideológicos de la política de la moralidad. Ali Abassi, muy lejos de los elfos de Border, construye un thriller contundente para acabar llevando a cabo una denuncia política sobre un régimen en el que la religión decreta cuál es la moral pública y cómo toda alteración de esta moral crea extrañas cruzadas que acaban protegiendo a la más despiadada y feroz sociedad patriarcal.

En la primera parte, nos encontramos ante un thriller que podría estar filmado por David Fincher o por cualquier hábil realizador americano. Un asesino en serie se dedica a estrangular prostitutas mientras teje su propia tela de araña criminal. La identidad del asesino nos será rápidamente desvelada: se trata de un carpintero que vive con su familia, que no puede controlar sus ataques de violencia y que, como todo psicótico asesino, encuentra la exaltación de su propia libido en Teherán. Sin embargo, el asesino mata prostitutas que encuentra cerca del mausoleo de la ciudad santa de Mashhad y en un régimen en el que la policía de la moralidad controla el velo de las mujeres, que viajan por separado de los hombres en el metro, es lógico que los dieciséis asesinatos del depredador adquieran una respuesta ambigua. Una parte de la sociedad considera al hombre como un héroe que, en nombre de la religión, extermina a las mujeres que siembran el pecado en la tierra. El criminal puede convertirse en un justiciero de la moral. Ali Abassi remueve los cimientos de las estructuras políticas de su país de origen, en una película que no abandona nunca los modos del thriller y que lleva a las últimas consecuencias la sinrazón política. Una obra con sus luces y sus sombras. Los personajes positivos de la historia que investigan el caso consideran la pena de muerte como un acto de justicia peligroso ante la barbaridad de los que quieren convertir al criminal en héroe. Ali Abassi trata el tema desde la ambigüedad: la moral pretende liberar al asesino, la justicia instaura la pena de muerte. ¿Dónde está realmente la justicia? Fritz Lang en el horizonte.

Àngel Quintana