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Lo nuevo de Louis Garrel sigue su acostumbrada línea de construcción lúdica componiendo una despreocupada, en forma y fondo, comedia de situación cosida a base de gags de guion que parecen pegados unos a otros sin vocación alguna de perseguir ganar peso cinematográfico (y puede que, cabe el debate aquí para quien lo quiera, hasta sin necesidad de ello puesto que ese no es el juego que le interesa a Garrel hijo, o eso parece declarar el cineasta con cada nuevo minuto de metraje).

En la mayor parte de L’Innocent, y bajo un ritmo frenético que favorece la comicidad, los personajes se manejan en un argumento en espiral disparatada creciente. Una mujer casada en la cárcel con un recluso al que conoció allí, el hijo de esta recién entrado en la treintena –personaje interpretado por el propio Garrel– obsesionado con vigilar a su nuevo padrastro y el robo de una furgoneta de caviar iraní son las piezas principales del cóctel. Una mezcla con esperanzadores momentos de química, aquellos en los que el film parece reírse de sí mismo, que pronto quedan diluidos cuando nos damos cuenta de que el discurso de Garrel, al cambiar de lo cómico al tono emotivo o serio, mantiene las mismas formas que unos planos antes habían podido quedar como acertada broma.

A los protagónicos y a veces forzados pero efectivos diálogos cómicos de la cinta se suma una subtrama cliché de enamoramiento entre viejos amigos (con la siempre oxigenante actriz Noémie Merlant dando la réplica a Louis Garrel). El manido toque romántico termina de cerrar una película que busca el entretenimiento amable, y lo consigue, sin aportar novedad alguna de tratamiento formal y sin perderse en otros dilemas.

Raquel Loredo