Marc (Pierre Niney), el protagonista de Le Livre des solutions, es un cineasta en crisis creativa que, después de recibir el rechazo de los productores del film en el que trabaja, se lleva el material y se refugia en una casa familiar en el campo con la compañía de su tía y tres miembros del equipo. Marc funciona, de hecho, como alter ego del propio Michel Gondry y el film traslada las que (suponemos) son las neurosis, obsesiones y manías del cineasta, a través de una propuesta que se propone como metadiscursiva pero que, sin embargo, y a pesar de las similitudes evidentes, se encuentra muy lejos de los mejores filmes de Nanni Moretti. Porque Le Livre des solutions esconde, bajo la apariencia de una comedia autocrítica, un ejercicio engreído de autocomplacencia y arrogancia. Marc es maniático, incapaz de salir de si mismo, histérico, ridículo, infantil y absurdo (como Gondry y, a su vez, como el propio film) y se coloca siempre por encima de cualquiera.
La idea sola de escribir un ‘Libro de soluciones’ que el propio personaje presenta como un ‘manifiesto’ para arreglar cuestiones cinematográficas pero también de la vida en general (a partir de axiomas tales como: “no escuchar a los demás”) da muestra de hasta qué punto el film lanza sus ambiciones. En un momento del inicio, Marc despierta a media noche a su montadora (todos los personajes deben estar a su servicio en todo momento) para contarle su gran idea: estructurar el film en forma de palíndromo con una pieza de animación en el centro. Y aunque, efectivamente, a mitad del metraje vemos esta ‘historieta’ en stop motion, el film de Gondry no cumple siquiera con su propuesta formal explícita de hacer resonar el inicio con el final, y se cierra, finalmente, con el aplauso emocionado y convencido del público que asiste al estreno de la película que Marc ha conseguido dirigir. Un ulterior gesto de arrogancia que aquí, en el Festival de Cannes, se corresponde con lo que efectivamente ha ocurrido en la sala de la Quincena, donde se ha estrenado Le Livre des solutions con un público entregado tal y como, por otra parte, ocurre cada año cuando toca el turno de la comedia francesa ‘de obligado cumplimiento’. Jara Yáñez