Nada más descorazonador que el inicio de este primer largo de Halfdan Ullmann Tøndel: una escuela de primaria, una reunión entre algunos de sus responsables y los padres de dos niños que han protagonizado un incidente de innumerables ramificaciones, diálogos rápidos y situaciones tensas… ¿Nos encontramos en la gran tradición de películas en las que la palabra construye momentos y tramas, entregadas por completo a una serie de enfrentamientos verbales que últimamente se han vulgarizado hasta el punto de erigirse en un subgénero ya más bien repetitivo y anodino? En este caso no, pues La tutoría enseguida enfila otros caminos, ensaya una y otra vez desvíos y fugas que la conducen no se sabe muy bien dónde, hacia un territorio desconocido cuya evanescencia constituye lo mejor del film. En otras palabras, Ullman Tøndel se olvida rápidamente de la situación central de su película y la convierte casi en cine de fantasmas, no solo los de esa escuela espectral, llena de pasillos y escaleras filmadas como si se tratara de una casa encantada, sino los de los propios protagonistas, su pasado denso y pegajoso, lo que nunca sabremos, lo que se intuye pero no se dice… En esos momentos, cuando la cámara deambula por ese espacio indefinible y busca su esencia, La tutoría apunta hacia lo que pudo ser y no fue.
Pues no estamos ante un capricho: la intersección entre la verdad y la mentira, las dos categorías sobre las que se funda la discusión inicial –¿agredió o no sexualmente uno de los niños al otro y qué esconden las familias respectivas al defenderlos incondicionalmente?–, forma una zona de sombra que es el caldo de cultivo de las fantasmagorías, de los imaginarios perturbados, de las sociedades enfermas como la que retrata el film. ¿Puede el cine reflejar eso? El cine no lo sé, pero lo que es seguro es que La tutoría no, pues el film enseguida encubre su incapacidad para hacerlo en una serie de giros y efectos visuales más bien torpes y chirriantes, y no precisamente para bien: una escena musical, una performance teatral, una desabrida coreografía bajo la lluvia… Los apuntes se acumulan y, en lugar de sumar inquietudes, restan enteros a las sugerencias visuales sembradas por otro lado, las cuales podrían haber convertido el film de Ullman Tøndel casi en una versión escolar de El resplandor pasada por el cine existencial de Ingmar Bergman y Liv Ullman, no en vano los abuelos del realizador. En lugar de eso, sin embargo, La tutoría acaba siendo el fantasma de la película que nunca es. Un destino cruel pero muy apropiado, por otra parte.
Carlos Losilla
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