Como decía Rick Altman, la mezcla de géneros tiene que ser algo más que un capricho posmoderno. Hace ya más de veinte años, concretamente en su libro Los géneros cinematográficos, este teórico estadounidense añadía: “lo que para nosotros es una mezcla de géneros preexistentes, en muchos casos no es más que lava líquida de un nuevo género aún en proceso de creación”. La espera de Francisco Javier Gutiérrez (Rings, 2017) no inventa un nuevo género, pero superpone varios pretendiendo crear algo distinto; su lava líquida en constante movimiento termina siendo una concatenación de macguffins: un juego de matrioskas que disfraza una película de terror, con ecos a cinefilia gore, de thriller y este a su vez de drama rural, y lo hace en orden inverso a esta enumeración. Poco o nada de la historia se puede (o se debe) desvelar sin riesgo a vaciar la película: los giros de guion lo son todo en esta propuesta en la que un recto padre de familia (Víctor Clavijo), guarda de una finca andaluza de los setenta, es tentado por la codicia y la necesidad económica. Muy presionado por su mujer, este guarda acepta un soborno por permitir en la finca de su jefe más puestos de caza de los que recomienda el sentido común. Este es el principio del abismo, tanto del personaje como del juego de paciencia de la película, en donde cada cosa que ocurre oscurece más el camino.
Tomates podridos, pájaros muertos y el sofocante calor andaluz son parte de la puesta en escena de un secarral plagado de planos detalle. No existe narrador propiamente dicho pero el desarrollo de La espera parece construido por una presencia omnisciente que, cámara en mano, sabe más de lo que quiere adelantar. Muy cerca de la línea visual de la ópera prima de Francisco Javier Gutiérrez (Tres días, 2008), la cinta recorre encuadres angustiosos y los sudores de cada personaje en busca de lo más tenso de un argumento que se va enrevesando. Llama la atención, por otra parte, cómo late la culpa y el simbolismo católico en una trama en la que aparece la serpiente y la diabólica cabeza de cabra. Podría ser interesante además analizar el papel de lo femenino. La mujer en La espera es una voz que te llama cobarde después de haberte empujado al desastre. ¿Tiene la mujer la culpa de todo?, ¿aquí también? Pero este y otros debates quedan pendientes, al menos, hasta el momento del estreno en salas de La espera.
Raquel Loredo