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En un memorable capítulo de 2066, la obra magna de Roberto Bolaño, aparece un inventario de las mujeres muertas y desaparecidas en Ciudad Juárez durante la década de los noventa. La escritura adquiere la forma de un acta judicial para dar testimonio del horror. La Civil, ópera prima de Teodora Anna Mihai también habla de mujeres secuestradas y desaparecidas pero lo hace con otro tono, con un claro deseo de crear una película de acción que ponga en escena a una madre coraje que pasa del dolor a la acción y a la lucha por recuperar a su hija. Doña Cielo ve como su hija ha sido secuestrada por los narcotraficantes y se encuentra impotente frente a las autoridades gubernamentales. Intenta pagar el secuestro, pero su hija no aparece e incluso habla con la policía pero sin ningún resultado. Debido a esto, establece una alianza con las fuerzas militares, algo que no la lleva a ninguna parte. Debe llevar a cabo su investigación y se va dando cuenta de que los secuestros forman parte del paisaje inhumano donde vive. A lo largo de su camino encuentra como los delatores lo hacen por mezquindad, los jóvenes sicarios han perdido todo precepto moral y que el poder no sabe, ni quiere, actuar. La Civil funciona como una película de acción pero en determinados momentos se hace demasiado evidente el deseo de la directora de pasar un examen. Es como si quisiera llevar a cabo una película sobre un tema fuerte que le permita en un futuro consagrarse como realizadora de cualquier serie americana sobre el narcotráfico. Funciona en algunos momentos, pero en otros, la puesta en escena no es más que un gran juego de artificio.

Ángel Quintana